Shakespeare un hedonista jovial y burlón

Shakespeare no siempre ha funcionado bien en la pantalla grande. Las adaptaciones de las obras del gran bardo son innumerables, pero la historia sólo registra contados grandes momentos, basados preferentemente en las tragedias y dramas históricos: «Otelo», de Orson Welles; «MacBeth», de Roman Polanski y «Ricardo III», de Laurence Olivier, serían los más significativos.

Sin embargo, el Shakespeare jovial, burlón y hedonista ha conocido pocas adaptaciones brillantes y ahora nos llega la última, Mucho ruido y pocas nueces, protagonizada y dirigida por el joven león de la escena y el cine británico, Kenneth Branagh, que debutó como realizador hace un lustro de la mano de otro Shakespeare, Enrique V.

Mucho ruido y pocas nueces es una de las comedias más celebradas de Shakespeare. Escrita en 1598, mantiene intacta su modernidad y frescura. La Renaissance Company, fundada y dirigida por Branagh, la representó en los teatros del Reino Unido y Estados Unidos en innumerables ocasiones. Tal y como hicieron sobre las tablas, Branagh y su mujer, Emma Thompson -último Oscar de Hollywood por su trabajo en Regreso a Howard»s End- vuelven a ser los dialécticos sofistas Benedicto y Beatrice, dos partidarios de la libertad condenados a enamorarse.

Porque en Mucho ruido y pocas nueces, Shakespeare vuelve a explorar la naturaleza humana, en esta ocasión, a través del placer y el miedo al amor. Pero Branagh se ha aproximado a la obra desde la precaución y el pragmatismo y se ha detenido a escasos milímetros de la frontera que delimita el lado tenebroso y oscuro de la pieza teatral. El resultado es una comedia ligera, sólo en apariencia, romántica, extravagante, divertida, sensual y tierna.

Branagh decidió también cambiar el lugar de la acción del delicioso enredo: desechó la Sicilia shakespeariana por los paisajes de la soleada, colorista y deslumbrante Toscana italiana. Las idas y venidas, los juegos florales y los combates del amor tienen lugar en una residencia del siglo XIV, Villa Vigamaggio, entre Siena y Florencia, el marco ideal para los combates dialécticos entre Beatrice y Benedicto, una feminista recalcitrante y un soltero empedernido.

La última, y sorprendente, apuesta de Branagh es la elección del reparto, ecléctico y brillantísimo.

Al margen de la lógica de que el personaje de la inteligente y resuelta Beatrice fuera interpretado por Emma Thompson, que participa en todas las producciones cinematográficas y teatrales de Branagh, la elección de actores resulta sorprendente. Branagh decidió utilizar reputados y veteranos actores de teatro con escasa experiencia en cine y estrellas de la pantalla con poca o nula preparación teatral. Y la fórmula funciona.

Junto a Branagh, dueño de la función, Denzel Washington está magnífico como Don Pedro, príncipe de Aragón. A su lado, su hermano, el villano don Juan el Bastardo, el primer personaje de Keanu Reeves desprovisto de ingenuidad. Michael Keaton sorprende como el pícaro Dogberry y los jóvenes Robert Sean Leonard y Kate Beckinsale prestan su encanto «teen» a los enamorados Claudio y Hero.

Sin embargo, un numeroso reparto de eximios secundarios, forjados en el teatro shakespeariano, brillan con luz propia: Dame Judi Dench (maestra de Branagh en las lides teatrales), Phyllida Law (madre de Thompson y, por tanto, suegra del realizador), Brian Blessed (padrino de boda de Branagh) y su grupo de amigos de la Renaissance Company: Imelda Staunton, Richard Briers y Ben Elton. Todos se emplean a fondo para celebrar el hedonismo epicúreo de una de las obras más vitales y alegres de Shakespeare.

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