Inma de Santis era una marrana
Recuerdo un invierno, nada lejano, en que nos veíamos algunas tardes en el viejo vips de Princesa (me parece que ella vivía enfrente), y la chica llegaba a tomar café, siempre con una carpeta o un libro, infantil y grave, colegiala y progre, intelectual y bella. Era un poco caperucita en el bosque de la ciudad, el cine, la televisión. Pero una caperucita seria y lista, irónica y como duramente triste, con ojos grandes y claros de una claridad resistente.
Creo que escribí algo en los periódicos sobre Inma de Santis. Pero sobre todo hablábamos, o hablaba ella. Tenía el encanto corto y seco de las progres de la generación anterior, la ternura fría y la pasión lúcida por el cine, por el arte, por su vocación. Había triunfado ya y era como si no fuese a triunfar nunca.
Iba como de incógnito por dentro de su triunfo, tan caperucita, sí, pero caperucita en blanco y negro y rubio, tan joven y con una como amargura tranquila o desesperación con buenos modales. Fumaba, tomaba café y era demasiado inteligente exigente para lo que se lleva en el cine español. Huyamos con un cierto asco de las profecías a posteriori, pero aquella falsa colegiala, aquella eterna educanda de la vida, tan sabia, iba como derecha, sonámbula de lucidez, hacia un fracaso previo que se ha hecho imagen y metáfora cinematográfica con su muerte de película, pero que se gestaba ya en ella como un embarazo de frustración, como si la viésemos preñada de sombras interiores. «Hablo de mi razón, no de mí», dijo uan vez Proust.
La razón impar de Inmaculada le hacía comprender que el triunfo en cuatricomía no era para ella, pero ella, su mí, sabía que había nacido con una moneda de oro apretada en el puño y, como dicen los árabes, me parece, el que tiene una moneda la cambia. Ella apenas si tuvo tiempo de cambiar su moneda, su fe firme en su talento cierto, porque en el reparto de la baraja nacional le había tocado el naipe bajo de anunciar programaciones o, Caperucita siempre, y ahora con mayúscula, visitar todos los días a la abuelita, a esa extensa abuelita que es la tercera edad, y llevarle el tarro de miel de esos consejos y consuelos en los que uno mismo no cree. Y cómo me dolía y gustaba verla de chica/guía del ocio, por televisión, poniéndole al mensaje vano, banal y venial, su ironía luminosa y distante, que era, ay, crueldad para consigo misma, qué he hecho yo para merecer esto.
Ha tenido su muerte rilkeana, ya que desvió violentamente el jeep para no matar a un zorro del desierto, y esto estaba muy en ella, muy en el orden de un ecologismo interior y natural que no se queda en los zorros y los visones, sino que comprende, implícitamente, al hombre, la especie más desprotegida y rampante del planeta azul. Y en esto me recordaba un poco (también físicamente) a Carmen Díez de Rivera, otra gran amiga: mujeres de alma rubia y consistente, de mirada clara y decisiva. Mujeres , dulcemente encastilladas en una inteligencia que llega a la autocrueldad , pero necesitadas y abstenidas de darle al mundo su secreto, su amor de un oro hermético.
Qué mínimas y adultas las manos de Inma de Santis fumando y tomando café, poniéndole azúcar al café (quizá lo tomaba amargo, le iba más, no recuerdo) y lumbre al cigarrillo. Charlábamos como muy en serio en aquellas tardes de invierno, bajo los colores y las músicas del vips, como bajo una galaxia de optimismo fácil que no llegaba a bendecimos. Luego yo cruzaba con ella Princesa y nos despedíamos en la otra acera. «Vivo aquí mismo». Nunca supe bien dónde estaba su casa, dónde estaba su alma. Y ahora me duele pensar que tampoco me importó nunca demasiado.
Inma de Santis era un ser excepcionalmente, bueno........
ResponderEliminar"Ferroviario luso" le hizo un poema....."Menina de olhos de mar"........
ResponderEliminarLa biografía de Inma de Santis: http://www.amazon.es/Inma-Santis-perfil-del-viento-ebook/dp/B00OTFS5ZY
ResponderEliminarqué pena llamar marrana a una chica, demuestra el odio y la envidia que le tuvo.
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ResponderEliminarVivía en la calle Limón
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ResponderEliminarTuve la suerte de conocerla en 1974 ella tenia 15 años y yo 17 en la piscina de San Miguel,fue una persona maravillosa y muy especial para mi, hoy la he vuelto a recordar viendo "La Duda" DEP
ResponderEliminarMarvillosa. Siemprefresca y bella quedará. La,estoy viendo en edtudio ,1.
ResponderEliminarHoy daban una peli de Manolo Escobar y la niña que sale, llamó mi atención. Inma de Santis? Y me digo que no puede ser, yo sólo conocí su faceta de presentadora pues cuando murió yo tenía 14 años. Y busco en el reparto y sí, es ella. Inma de Santis, tan bonita. Con 14 años sentí su muerte y hoy la recuerdo, como si tuviera esa edad
ResponderEliminarSale en una canción de Julio Iglesias. La niña al fin salió
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