Sidi Kaouki

Dicen que fue Jimi Hendrix el culpable de que esta pequeña aldea bereber se transformase, allá por los últimos coletazos de los años 60, en la meca del universo hippy a este lado del Atlántico marroquí. 

El que se estira, para ser más exactos, a media hora en coche de la romántica ciudad de Essaouira y a 180 kilómetros de la todopoderosa Marrakech.

El que está considerado uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos se dejó caer por aquí, por Sidi Kaouki, en busca de relax e inspiración. 

Hasta el punto de que su cuartel general lo plantó no muy lejos, en la playa de Diabat, donde un llamativo café con su nombre recuerda su figura —de forma demasiado oportunista para muchos— a golpe de coloridos grafitis y de lemas eternos estampados en las paredes: 

"La presencia de Jimi Hendrix en el pueblo ha marcado el espíritu de pequeños y grandes hasta el día de hoy". Los tajines (estofado típico de pescado, carne o verduras cocinado en una vasija de barro) y los monumentales cuscús hacen el resto. De postre, naranja a la canela o pastelitos de miel y hojaldre.

Pero Hendrix se fue y tras él comenzaron a llegar otros aventureros persiguiendo casi lo mismo: paz, amor y... olas gigantescas. Y es que aquí los surferos hacen su agosto cada día a la caza y captura de los mejores especímenes mecidos por el viento feroz. Por algo hasta se ha levantado un parque eólico a las afueras de la aldea. 

Y por algo también a la ristra de chiringuitos hippies, terrazas de ambiente chill out, hostales para mochileros y riads con encanto que se suceden uno tras otro por la costa se han sumado escuelas de surf como paradas imprescindibles.

Todas están pensadas tanto para hacer disfrutar a los expertos en la materia como a los superprofanos. La más conocida se llama igual que el pueblo, Sidi Kaouki, y en ella uno igual puede apuntarse a clases de parapente que zamparse unos rollitos vietnamitas —es la cocina en la que se han especializado—, dormir en una hamaca, pedir un tradicional té a la menta o degustar un vino local pergeñado en los cercanos viñedos de este sur marroquí. 

Si prefiere una cerveza autóctona, una Speciale Flag o una Casablanca por ejemplo, tampoco le pondrán ninguna pega en los locales de Sidi Kaouki por mucho territorio musulmán que estemos pisando.

Basta con aposentarse en cualquier terraza y disfrutar de las vistas, de las que sobresalen las decenas de surferos que se las ven y desean con las olas. Junto a sus tablas, el paisaje habitual de Sidi Kaouki lo completan los camellos que se bambolean a lo largo de los dos kilómetros de finísima arena dorada patrimonio del pueblo. 

Si usted es más de caballos, calma, que los diligentes lugareños —por sus (teñidas) rastas rubias los conoceremos— le ofrecerán una vuelta en dos minutos.

Hasta en cabra si hace falta, que también las hay... y muchas por estos lares. Otra opción es lanzarse a explorar las dunas de los alrededores a bordo de un quad o de un 4x4. 

No en vano, las megapijas protagonistas de Sexo en Nueva York, con Carrie Bradshaw (o Sarah Jessica Parker) a la cabeza, se desplazaron hasta aquí hace unos años para rodar la segunda película de la exitosa saga. Eso sí, hacían ver que se encontraban en el desierto de Dubai, mucho más glamouroso, claro.

Y es que a Sidi Kaouki no llegó ni la electricidad ni el agua potable hasta hace algo menos de una década. Y todavía hoy los cortes de luz continúan siendo el pan suyo de cada día. Por eso, la mayoría de hoteles, riads y restaurantes cuentan con sus propios generadores eléctricos y sus propios pozos de agua. Por si acaso... 

Porque la realidad es que este reducto hippy y medio salvaje desparramado a orillas del océano vive del turismo, apenas masificado todavía si se compara con la vecina Essaouira y menos aún con Marrakech, pero turismo al fin y al cabo.


Nada que ver con el tranquilo pueblito de pescadores que fue un día, hace ya siglo y medio, cuando estaba custodiado por un marabout (o morabito), el líder religioso y maestro de la escuela coránica tan arraigado a estas tierras. 

El de estos parajes en concreto se llamaba Sidi Kaouki (sidi significa "señor" en árabe) y a él venían desde cualquier punto del país para pedirle consejo o que curara la esterilidad de las mujeres. Su tumba reposa aquí, por lo que sus fieles siguen viniendo a visitarla en masa. Eso sí, ni rastro de competencia con la peregrinación surfera. Ésta sí que se lleva la palma.

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