La delicadeza de los paragüas

Jacques Demy pretendió un imposible y llevó a cabo (y a buen fin) una utopía: realizar cine musical en Francia, cuando el musical había muerto ya en su cuna, en los EEUU, donde apenas se dejaba un rendija a las excepciones. 

Demy hizo musical con Hollywood atrás, pero sin un Broadway en los Champs-Elysées. Siendo un extremo del abanico ofrecido por la nouvelle vague, en medio de los años sesenta, ha dejado a una generación prendida al recuerdo de Los paraguas de Cherburgo y Las señoritas de Rochefort, sus coreografías exquisitas y, gracias a Dios, a Terpsícore y otros dioses, irreprochable y brillantemente insensatas, y a las partituras de Michel Legrand. El pecado de algunos es la osadía. El de otros, la falta de ambición. 

La virtud de Jacques Demy fue la audacia. El romance de Los paraguas de Cherburgo (propio de una zarzuela, o de como se llamen las zarzuelas en las distintas latitudes) toma vuelo con Demy, que conseguía hacer maravilloso lo trivial, porque estaba tocado de cierta gráce. Catherine Deneuve se convirtió (al lado de Nino Castelnuovo y Anne Vernon) en la rubia que, desde el Boulevard Maritime de la punta de Normandía-Cotentin, se alojó en muchos corazones.


A la delicadeza de Los paraguas de Cherburgo, del 64, siguió, en el 67, la vitalidad exultante y exuberante de Las señoritas de Rochefort, donde las hermanas Dorléac (Catherine Deneuve y Françoise Dorléac) seguían la huella de Cyd Charisse, con Georges Chakiris y Gene Kelly, más, fuera de la pista, Danielle Darrieux, Jacques Perrin y Michel Piccoli, desplegados por el Jardín de la Marina, cara al Atlántico. Demy, que había comenzado en cortometrajes (1956-1959), debutó en el largo con Lola, rodada en Nantes, con. Anouk, Aimée. 

La Baie des Anges fue su comentario a Niza. Piel de Asno y El flautista de Hamelin fueron manifiestos sobre el amor a los cuentos. Venciendo siempre las dificultades para plasmar sus proyectos, Demy, fiel a sus principios, prolongó su carrera con Une chambre en ville y Trois places pour le 26, musicales, ignorando gallardamente los tabús y las conveniencias de su tiempo. Ha muerto un artista sin faceta alguna de comerciante.

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