Los primeros grititos de libertad

Que trabajo en la tele en un informativo con Ansón y la primera transición, que trabajó en la radio nacional en informativos con Pilar Miró («una amiga») a mediados de la era sociata. Que está ahora, en los resúmenes de Prensa de Antena 3 («bueno, sí, me gustaría hacer más cosas, pero me divierte leer y comentar la Prensa»), en la crónica política diaria de La Vanguardia, y en esa polémica y leída sección confidencial de la revista Epoca («bueno, cuando Solana llegó al Ente, me cogió de un brazo y me dijo que tenía órdenes de prohibirme escribir en Epoca»), y que esta semana misma, a él y a su director, el sr. Campmany, les caía algo del peso de la justicia por suponer amores cántabros y financieros. 

Y lo de Arriba fue porque se presentó, estando estudiando en la Escuela de Periodismo, en las redacciones de SP y Nuevo diario, en esta última le dijeron que tenían, en la puerta, el cartel de completo, y en SP, un tal Julio Merino, de la Prensa Nacional, le dijo: «Ves, esa fila de gente delante de esa máquina de escribir, pues imagínate; si quieres empezar a trabajar, ve a Arriba, que necesitan gente joven». Dudó («¿yo a Arriba?»), pero fue y estuvo varios años en Internacional, y además entró en Radio Nacional, con Lalo Azcona («un amigo»), y llegaban a las cuatro o cinco de la mañana y se encontraban, en la mesa, la lista de prohibiciones, el menú de temas que ni se les ocurra. 

En 1977 se fue con Azcona de subdirector de su informativo a la TVE del Primer Cambio. Fueron aquellos los primeros grititos de libertad (Gozalo, Sotillos, Azcona, Macía). No había consignas: Ansón, Rafael, hermano, alquimista de la imagen, siendo director de la Casa hacía de redactor jefe: a ver, qué temas hay, cómo vais a dar esto. Luego vendría Semillas Selectas, Palacio de la Moncloa, al alba, al alba, que le llevó Fernando Onega, jefe de Prensa de Suárez. Se relacionó política, periodística y, sobre todo, humanamente con Pacordóñez, Hacienda/Justicia, Renta/Divorcio, vocación conspiradora (gavilla de partidos socialdemócratas, en todos ellos anduvo Cavero). Hubo un Confidencial, Off the record, que le hacía perder la flema, a veces (Caso Almería, mayo del 81, qué año aquel), al Presi Calvo Sotelo, y Pacordóñez limando aristas («cosas de Cavero»). El confidencial acabó en agencia de Prensa: Onega y Cavero vendieron su parte a Carlos E. Rodríguez y éste a Zeta. 

Volvió muy entrados los del PSOE, a RNE, a dirigir los informativos (desde la noche del 14-D piensa que «lo peor de RNE son sus representantes sindicales, como no valen para periodistas se ponen a hacer política»), Solana le quitó («órdenes, Cavero, ya sabes», el brazo sobre su hombro, que los Solana abrazan y aprietan) los resúmenes de Prensa. Y eso si que no, que Cavero, tentaciones políticas aparte, sólo se siente periodista, no se arrepiente de nada y sólo aguarda el día siguiente para, zas, zas, recortar la Prensa, pespuntear la vida.

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