La piscina humeante del Hilton

El vino y el champán corrieron a raudales por la alfombra roja del Beverly Hilton. El delirio etílico llegó a las tres horas de copas y más copas, cuando salió a escena Jamie Foxx y puso a la gente en pie y a cantar, como si fuera el mismísimo Ray Charles: «Eh, oh, eh, oh... ¿Puedo deciros que esta noche estoy teniendo la cabalgada de mi vida? Ojalá pudiera hacer correr lo que estoy sintiendo por las cañerías del agua, para que todos pudiérais beberlo y nos quisiéramos los unos a los otros, todavía más».

El alcohol rompió definitivamente el hielo en la noche de los Globos de Oro, y los chicos y chicas de Sideways cambiaron el ritual Pinot Griggio por el chispeante Moët. A la actriz Sandra Oh la sorprendieron in fraganti por los pasillos, aferrada a la botella de champán: «No te puedes pasar la vida bebiendo solamente vino. Hay que equilibrar la balanza...».

En contraste con los Oscar, donde decenas de ojos velan para que nadie mueva el trasero del asiento, la fiesta de los Globos es casi una bacanal. Hasta los fumadores dejan de ser proscritos y tienen su propio balcón, con vistas a la humeante piscina del Hilton. Allí estuvieron Quentin Tarantino, Johnny Depp, Natasha Richardson y Harvey Weinstein, con 40 kilos menos.

Robin Williams no necesitó mojarse los labios para entrar en una de sus borracheras dialécticas. Antes de subir a escena, para recibir el homenaje a su singular carrera, hizo una reverencia ante el maestro Prince y explicó así su intratable adicción a los Globos: «Llevo 27 años viniendo. Es como una noche salvaje.Siempre te topas con sorpresas».

Una de las grandes sorpresas de la noche se la llevó Natalie Portman, Globo a la mejor actriz secundaria por su papel en Closer, de Mike Nichols, artífice de su mutación de niña a mujer. «Mike Nichols, te quiero», arrancó Natalie, en plan Chabeli Iglesias.«Eres el mejor padre, el mejor amigo, la mejor estrella del rock».

La reina de la noche fue, sin embargo, la niña del millón de dólares, Hillary Swank, con un traje entallado de color chocolate de Calvin Klein y una sonrisa profidén cedida por Clint Eastwood, su padrino en el sufrido mundo del boxeo femenino.

Camino del cenáculo de los Globos, en la parada de rigor ante las cámaras, se puso de moda este año presumir no sólo de los diseñadores, sino de los asesores de imagen que eligieron tal y cual modelo. Nicole Kidman apareció disfrazada de pavo real.Charlize Theron, de morena, tampoco brilló como otras veces con el azul de medianoche de Christian Dior. Cate Blanchett, envuelta por Jean Paul Gaultier, pareció un poco sobrada de pliegues y colgaduras. Halle Berry, enjoyada y elegante, descolló sobre todas ellas.

El contrapunto lo pusieron al final las estrellas televisivas, desde el rojo luminoso de Jennifer Garner en Valentino a la falda insinuante de Teri Hatcher (Donna Karan) y al negro matador de Eva Longoria (Oscar de la Renta), que hicieron olvidar por una noche su condición de Amas de casa desesperadas.

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