Una carrera lenta donde las haya

A dónde vamos? -Tenga, 5.000 pesetas. Lléveme donde peor le venga. Antonio Blanco, un simpático cincuentón con un aire a lo Alfredo Landa, asalariado del taxi y militante incondicional del PCPE, agarra el volante con la resignación de quien lleva 14 años quemando su paciencia en el asfalto madrileño. Son las ocho de la mañana, y la marabunta motorizada toma cuerpo sobre la avenida de Pablo Iglesias. -¿Y si bajamos a ver lo que viene por la carretera de la Coruña? -El taxi es suyo... 8.10.- El Volkswagen Jetta blanco con la franja roja se lanza a tumba abierta hacia a la avenida de la Complutense, pero la carrera dura apenas tres o cuatro minutos. A la altura de la facultad de Biológicas, el taxi se «estrella» contra el primer tapón. La carretera de La Coruña viene fina. 

Antonio Blanco la cruza por encima y enfila hacia el muro de contención de Cristo Rey. Dicen que van a hacer un paso subterráneo en la plaza. No sé yo... Quitarán el tapón de aquí, pero te lo encontrarás más arriba. En media hora, el coche no ha sido capaz de avanzar más de dos kilómetros, pese a los innumerables aspavientos de los municipales. A nuestro taxista se le empiezan a entumecer las piernas. Y la mente. Esto es como un calvario. Doce horas aquí metido, avanzando a paso de tortuga. Te vuelves cegato, acabas con las piernas arqueadas, con ataques de ciática... 

En momentos como éste quisiera Antonio revivir experiencias como la de la mujer celosa, que le ordenó que no perdiera de vista la furgoneta donde viajaban su marido y la supuesta amante. «Ahí atrás iba ella, agachada para que no la vieran». O la de la mujer desesperada, que salió de un «seiscientos» e increpó al taxista: «iLléveme donde sea, mi marido me quiere matar!». 8,45.- José Abascal no traga. Algo raro debe estar pasando porque no se mueve un alma. ¡Sorpresa! A la altura de Alonso Cano están abriendo una inmensa zanja para meter Dios sabe qué tuberías, a estas horas del día, en plena vomitona matutina de la carretera de La Coruña. -El alcalde dijo que iba poner firmes a los del gas y a los de Telefónica. Pero ya lo ves. Antonio se irrita aún más cuando empieza a ver camiones aparcados en segunda fila. -Yo he sido también camionero, ¿sabes? Y te puedo asegurar que en Barcelona no pasa esto. Madrid es un caos y cada uno hace lo que le da la gana. Tenían que prohibir la carga y descarga de sol a sol, como hacen en las ciudades civilizadas. 9,00.- Suma y sigue. 

María de Molina está que ruge. La cosa se despeja un poco al enfilar Serrano, sin bordillo, como nuevo... -Pues parece que esto va un poco más fluido desde que lo quitaron. Pero volvemos a tener el mismo problema de siempre: la gente aparca en el «carrilbus» y los conductores de la EMT tienen que hacer malabarismos Hace un delicioso sol. Pero Antonio prefiere cerrar la ventana y entregarse al recuerdo. -Yo echo mucho de menos el Madrid de los bulevares y de los tranvías, cuando todo esto era hasta bonito. Ahora el coche lo devora todo desde hace unos diez años. Esto tiene que acabar. 9,20.- Princesa lo lleva fatal, casi peor que Bailén y Ferraz, colapsados por un accidente tempranero. -La cosa va de mal a peor de tres años a esta parte. 

No hacen nada, ni éstos ni los de antes. Parece como si no les interesara arreglar la situación. El taxi se aproxima a la cuesta de San Vicente, una de las calles «prohibidas» en el callejero particular de Antonio. -Tenías que ver cómo se pone esto a las seis de la tarde. La carretera de Extremadura es lo más parecido al infierno, no sé cómo lo aguanta la gente de Móstoles y Alcorcón. ¿La M-30? Procuro evitarla a no ser que no quede otra solución. Es muy peligrosa y lentísima a ciertas horas. La «lista negra» de Madrid, las calles por las que nunca se verá el Volkswagen M-7081-JY con la raya roja: López de Hoyos, Amaniel, José del Hierro, Azcona, Cartagena, Santa Engracia, Ancora, Pradillo, Francos Rodríguez, Santa María de la Cabeza, Hortaleza, Cedaceros, Fuencarral... 

Antes la gente era más pejiguera. Por eso me ha quedado la coletilla: «No le importa a usted si vamos...» Pero ahora no, te suelen dejar a ti. Eso sí, si se empeñan les llevo directamente al corazón del atasco, y luego que no se quejen... La puerta de Alcalá contiene como puede el asedio de hormigas metálicas que pugnan por llegar al centro. -¿Poner peajes en Madrid? Ja, ja. Eso me recuerda a los años cuarenta, cuando se pagaba el «fielato» en la Puerta de Hierro. Tenías que declarar todo lo que traías de fuera. 9,45-¿Qué fue del «scalextric? ¿Se le echa de menos? -Hombre, la plaza está mucho más bonita ahora. Y no creas que el tráfico está mucho peor por aquí, por el paseo del Prado. Lo jodido está en la subida desde Embajadores o desde Santa María de la Cabeza. 

A punto de cumplir dos horas, unas 2.000 pesetas, el contador rebasa el kilómetro 20. Todo un récord: diez kilómetros por hora. La buena racha de los últimos minutos se interrumpe al llegar a las rondas. En el túnel de la plaza de Manuel Becerra hay colgado un letrero invisible: «Prohibido salir». Obras en Pradillo. Follón en Costa Rica. Alivio en Serrano.- - Entre las diez y las once da gusto circular, pero dura muy peco tiempo. Enseguida se vuelve a poner imposible. Lo peor con diferencia son los viernes: la gente se va al chalé a primera hora de la tarde y no hay quien circule. Aunque lo que más temo yo son las noches. Ya sabes, las modas esas de saltarse los semáforos y conducir en plan suicida». 11,00.- Respiro en el bar Shaigón, o en casa Fidel. Antonio estira las piernas, compadrea con los de su gremio, habla de política o de lo mal que está el tráfico. - Lo de retirar el carné me parece pasarse un poco. Yo creo que es anticonstitucional. 11,30.- La calle de Hortaleza está pidiendo a gritos una grúa. El camión de reparto, aparcado en doble fila junto a una hilera de coches estacionados en prohibido, pone la puntilla. - Pues hay las mismas grúas que antes, si no menos. 

Ya ves que todo sigue igual, que aquí no cambia nada. Si acaso, que hay más guardias de tráfico. La recta final del trayecto es todo un reto para Antonio: Santa Engracia, calle «negra» donde las haya. Ya pasó el mediodía. Vuelve a latir la ciudad alocadamente. - Mira los conductores, casi todos van solos. Yo no entiendo esta cochina manía de ir en coche a todos los lados. Yo he hecho «carreras» de 125 pesetas. No te rías, es cierto. El contador supera el kilómetro 40, y el taxímetro de Antonio está a punto de marcar su carrera más larga: cuatro interminables horas sin mover un músculo. ¡Bajada de banderal. Cinco billetes. Salir de aquí no tiene precio.

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