Max Jacob un animador a retaguardia

El 28 de febrero de 1944, el prisionero número 15.872 recibe, a su llegada al campo de concentración de Drancy -cerca de París- una etiqueta verde, lo que significa que está prevista su salida en tren, el próximo 7 de marzo, en el convoy número 69, con destino a Auschwitz. El prisionero, detenido cuatro días antes en una redada de la Gestapo, es el novelista, poeta, pintor y músico Max Jacob, de 67 años de edad. Al ingresar en el campo de Drancy, Jacob deposita en la consigna 5.520 francos y un reloj de oro. 

El Acantilado ha editado hace unos meses Filibuth o el reloj de oro, novela publicada por Max Jacob en 1923, que, entre otras cosas, narra la peripecia sufrida por un reloj de oro robado que, desde el barrio parisino de Montmartre, pasa de mano en mano -y por la Costa Azul, y por Venecia- hasta volver a su origen. 

Tras un arranque confuso, la novela pasa a ser muy divertida, repleta de diálogos coloquiales y chispeantes, de agudas observaciones y, sobre todo, de un disparatado friso de personajes, populares o no, que compiten en bellaquería, enormidades y malas artes. Con ingredientes absurdos, tiene algo del realismo poético que luego haría fortuna en Francia y concomitancias con el esperpento valleinclanesco. 
Max Jacob nació en la localidad bretona de Quimper, en 1876, el cuarto de siete hermanos, en el seno de una familia de comerciantes judíos -no practicantes- de origen alemán. 

El niño, con salud débil y los nervios en punta, creció con un sentimiento de exclusión, alternando resultados académicos brillantes con fracasos en la escuela, febrilmente entregado a la lectura de los grandes escritores y soñando ya con ser lo que luego fue: escritor, músico y pintor. 
Trasladado a París, Jacob se dedica a la crítica de arte y, en 1899, conocerá, en la galería de Ambroise Vollard, a un jovencísimo (18 años) pintor español que presenta su primera gran exposición: Pablo Picasso. 
Jacob y Picasso serán íntimos amigos de por vida, compartirán casa, miseria (al principio) y bohemia (siempre) en Montmartre, vivirán juntos las aventuras del cubismo y de todas las corrientes vanguardistas a las que estarán vinculados por y con amigos comunes: Apollinaire, Braque, Juan Gris, Cocteau, Radiguet, Falla, Modigliani, Mac Orlan… La lista de amigos ilustres de Jacob es inabarcable, y cabe decir que, de algún modo, la amistad fue una de las grandes vocaciones de Jacob, eterno animador de debates, iniciativas y proyectos artísticos renovadores. 
Con Picasso -que ilustrará alguno de sus libros- podemos seguir algunos momentos importantes de la vida de Jacob, que alentó al artista malagueño a pintar el decisivo cuadro Las señoritas de Avignon (1907), donde llegó a aparecer retratado en un boceto previo al lienzo definitivo, cuyo título, además, suele atribuirse a Jacob. 

Con Picasso y otros amigos, Max Jacob viajará de vacaciones a Figueras en 1913 y se entusiasmará con el baile de la sardana, a la que dedicará un poema. Diez años después, por cierto, Jacob visitaría Madrid y Toledo. 
Pero es preciso volver atrás. Jacob estudiaba con empeño astrología, La Cábala y a los místicos, y héte aquí que, en 1909, Jacob asegura haber visto en una pared el rostro de Jesucristo. Jacob lo considera una aparición. Trata del asunto con un cura que -como sus amigos artistas- no lo toma en serio. Pero Max Jacob se convierte al catolicismo. Su bautismo se celebra, curiosamente, seis años más tarde, y uno de los padrinos no será otro que Pablo Picasso. 
Homosexual con relaciones sentimentales conocidas, Max Jacob será por siempre un ferviente y practicante católico, circunstancia que hará compatible con su imaginación desbocada, su espíritu burlón y juguetón y su extraordinario humor. 

En justa correspondencia, cuando Picasso se casa, en 1918, con la ex bailarina Olga Koklova, Jacob será testigo del novio en la ceremonia religiosa que se oficia en una iglesia ortodoxa. 
Unido amistosamente a los músicos del llamado Grupo de Los Seis (Poulenc, Milhaud, Auric etc.), Jacob compone óperas y operetas bufas. 
Antes de 1921, Max Jacob ha publicado ya novelas y libros de poemas. En ese año se retira, por primera vez, a la abadía de Saint-Benoît-sur-Loire, donde desea vivir y vive una temporada de acuerdo con su fe católica y guiado por un director espiritual que lo será hasta su muerte. 

Max Jacob seguirá componiendo, pintando y publicando sus libros y relacionándose con las figuras artísticas más importantes de la época, con las que mantendrá una intensísima correspondencia, miles y miles de cartas. 
Y en 1936, golpeado por un fracaso amoroso, Max Jacob vuelve para siempre a la abadía de Saint-Benôit. 

En enero y febrero de 1944, sus hermanos Gaston y Myrthe-Lea han sido detenidos por la Gestapo y enviados a Auschwitz, donde son gaseados nada más llegar. Max Jacob lo sabe. Todos sus amigos le aconsejan que abandone Saint-Benoît, un lugar demasiado pequeño donde está perfectamente localizado por los alemanes y sus cómplices franceses de Vichy. Jacob se niega. 
El 24 de febrero, Max Jacob madruga y hace y escribe sus meditaciones -están publicadas- al estilo de San Francisco de Sales. Después, oye misa y comulga. Al final de la mañana, es detenido por la Gestapo e internado en horribles condiciones en la prisión de Orléans. Jacob intenta distraer a los otros detenidos contando chistes y cantando sus operetas. El día 28 es trasladado en un tren -en el que se siente enfermo- a Drancy. Su destino final -etiqueta verde- es una cámara de gas en Auschwitz. 

Pero Max Jacob no saldrá del campo de concentración de Drancy, del que salieron 65.000 judíos para ser asesinados en Auschwitz. 
Ingresado en la enfermería desde su llegada, Max Jacob morirá en Drancy, tras una dura agonía, en la noche del 5 al 6 de marzo de 1944. 
De Picasso a Cocteau, todos sus amigos importantes se habían movilizado ante las autoridades francesas y alemanas para conseguir su liberación. Se habla de una orden de libertad firmada que nunca llegó y nunca ha sido encontrada.

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