Manolo deja ya el bombo

No se quedaron cortos los responsables del hotel de Gniewino a la hora de encargar toros de Osborne. Clavados en la ladera frente al campo de entrenamiento se podían contar hasta cuatro. Otros dos más flanqueaban la puerta de entrada al complejo. España, siempre de la mano de su folclore, debieron pensar orgullosos cuando vieron comparecer en el primer entrenamiento de la selección a Manolo, con su bombo y su ceñido pantalón de chándal al compás de cánticos de hoy y siempre. Serenatas que ayer pusieron de los nervios al segundo de Del Bosque, Toni Grande, que no tuvo reparos en acercarse al jolgorio tamborilero para exigir que se acabara el cachondeo: «¡Manolo, calla ya!». Dicho y hecho.

La 'conexión' polaca. A la gran mayoría de enviados especiales españoles, los responsables de cada una de sus empresas les han exigido utilizar lo menos posible sus teléfonos corporativos. Toca ahorrar. A cambio, les han proporcionado unos móviles polacos Nokia del pleistoceno que están poniendo de los nervios a periodistas como Roberto Gómez, de Marca. El resto de informadores también sufre de lo lindo para enviar sus crónicas con sus módems USB. La tecnología, gran enemiga del gremio.

Un spa discotequero. Velaves Spa Resort. Así se llama el hotel donde se aloja estos días la gran mayoría de la prensa española. Uno debería esperar un remanso de paz de aguas termales en un paraje remoto y rodeado de granjas y caballos. Pero no. Aleccionados ante lo que podía venirles encima -bendita la fama-, los numerosísimos empleados del hotel, que no se quitan la gorra de España ni para cocinar sus platos de pasta, procuran mantener el volumen de la música discotequera hasta bien entrada la madrugada. Ideal para crápulas.

Entrevistas meteóricas. Cada día, cuatro futbolistas concederán entrevistas personalizadas a los medios. De tres minutos de duración, que el tiempo apremia. Tocará correr.

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