Pescando cangrejos reales
Pero ninguna excursión proporciona tanto regocijo como el safari del King Crab o cangrejo real, un simpático bicho originario de la península de Kamchatka que puede pesar 15 kilos y medir dos metros de punta a punta de sus patas. Y que es, por su textura y sabor similar al de la langosta, la más exquisita especie de marisco que puebla Noruega. Habrá que serrar un agujero en el Langfiord Lake, colocar una especie de red y aguardar unos minutos para recoger la captura. Después, en Namdalen Nord, una cabaña de madera emplazada al borde del lago, un sencillo hervor bastará para disfrutar de un festín al calor de la chimenea. Nunca habrá probado nada igual a la carne de sus patas y pinzas, servidas al natural.
Para quienes se queden cortos de aventura, aguarda una experiencia más: dormir en el Snow Hotel u Hotel de Nieve de Kirkenes, eso sí, tan sólo durante los cinco meses de frío que tiene su efímera existencia. Cada año se vuelve a construir con un diseño diferente, a cargo de los artistas chinos de Harbin. No hay nada que no sea de hielo: ni los pasillos, ni el pequeño bar con mesas y taburetes, ni los bloques de las camas sobre los que se colocan colchones con aislamiento térmico y calentísimos sacos de dormir. La temperatura roza los -20 grados, pero el sueño discurre cálido y placentero. La flexibilidad que ofrece Hurtigruten para organizar por cuenta propia el viaje permite disfrutar de estas actividades de la forma más conveniente. Con barcos que parten todos los días desde cada uno de los puertos, en las dos direcciones norte y sur, el viajero puede pernoctar una noche en cualquier rincón de tierra firme para al día siguiente reengancharse a la ruta y continuar surcando el frío océano.
A bordo, las horas pasan rápidas disfrutando de la lectura, en la sala de recreo con juegos de mesa, puzzles y libros o admirando el paisaje desde un salón con cómodos sofás y ventanales panorámicos. El lugar ideal para avistar a las aves marinas que pueblan este litoral: frailecillos, pájaros bobos, cormoranes moñudos, pingüinos enanos…
Después, en cada una de las escalas, aguardará una sorpresa. En el pueblo de Vardo, por ejemplo, la visita de los buzos locales del Ártico, que ofrecerán una conferencia en cubierta sobre la vida en el océano. En Hammerfest, el paseo por el coqueto entramado urbano de casitas de colores, incluido el Club del Oso Polar, emplazado en el mismo puerto. En Berlevag, la degustación a bordo de exquisitas gambas frescas, acompañadas de vino blanco, que los pescadores suben al barco tras acabar su pesca diaria.
No hay rincón que se resista a Hurtigruten, incluso en las condiciones más extremas. Por eso el Expreso del Litoral garantiza todas sus visitas, desde las de fácil acceso como la ciudad de Tromso, la capital del norte de Noruega con su animada vida universitaria, hasta las más recónditas como la aldea de Hammes, que guarda un interesante episodio: era tal la belleza de sus atardeceres púrpura junto al lago que los alemanes decidieron privarle de las bombas durante la II Guerra Mundial. Fue así el único enclave polar que resistió a la barbarie.
Pero son los fiordos, esos valles excavados por glaciares y colonizados después por el mar, lo que más concentra la atención del paisaje que se desliza desde el barco. Unas veces son majestuosos acantilados verticales; otras, verdes laderas cuajadas de cascadas espumosas como cortinas de humo.
El fiordo de Lyngenfjord, flanqueado por las magistrales cimas de los Alpes Lyngen, ha sido el último en incorporarse a esta ruta para el programa de primavera, mientras que en verano se visita el Geirangerfjord, y en otoño el Hjørundfjord. Variedad de fiordos en un país donde la naturaleza se esmeró para no engendrar dos iguales.
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