La policía maltrata a los negritos inmigrantes

Birahim Mbengue vuelve a ser un hombre libre, aunque detrás, recluido en el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Madrid ha dejado a su amigo Pape Seck, pendiente de ser expulsado a Senegal. 

La orden de expulsión contra Birahim, de 30 años, fue revocada el jueves por el subdelegado del Gobierno en Sevilla, Faustino Valdés, después de comprobar que se iba a cometer no sólo una injusticia sino una irregularidad echándolo de España, porque está casado con una española, Patricia Martín, y vive en Sevilla con ella y los tres hijos de la mujer desde hace más de dos años.

Poco después de revocarse su orden de expulsión, aunque no así la de Pape Seck, junto al que le detuvieron el 8 de septiembre frente al centro comercial Nervión Plaza, Birahim salió al fin del CIE, tras haber pasado 50 días recluido, primero en Algeciras y luego en Madrid. Y lo primero que hizo fue rezar en la puerta del centro de internamiento, antes de emprender el regreso a casa.

Había acabado una pesadilla y comenzaba una fiesta en casa de Patricia, donde ella y sus niños lloraron de felicidad y dieron saltos locos de alegría cuando la coordinadora general de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía, Maribel Mora, les confirmó que su hogar, al borde del abismo durante estos dos meses, sobrevivía porque Birahim ya no será expulsado y podrá solicitar su regularización por arraigo.

Patricia dejó a los niños al cuidado de una amiga y se dirigió a medianoche a la estación de autobuses de Plaza de Armas. Detrás quedaban muchos días de llanto irrefrenable en su piso, recordaba ella mientras esperaba los últimos minutos en la estación. Allí la arropaban otras dos amigas, Ani y Manoli, y sus compañeros sentimentales, también senegaleses, Sadibou y Modou, venidos al igual que Birahim en cayuco hace cuatro años desde Saint Louis, donde él era pescador.

La determinación de Patricia salvó a su pareja: tenían cita para casarse el 23 de septiembre, pero tras frustrarse esa boda por la detención se fue a Algeciras y logró que le dieran hora para casarse allí el 18 de octubre, en un enlace al que Birahim acudió esposado desde el CIE. Al día siguiente, para angustia de ambos, se lo llevaron a Madrid a la espera de embarcarlo hacia Dakar.

¿Qué habría pasado si no se hubiera casado con él, pese a ser una pareja de hecho? Ella cree que lo habrían expulsado. Pero añade que ya tenía pensado ir a Senegal para intentar traerlo de vuelta. No ha hecho falta. Birahim volvió a Sevilla a la una menos cuarto de la madrugada de ayer y se fundió con su mujer en un abrazo inmenso. No había nadie más feliz que ellos.

Sus primeras palabras fueron de gratitud para los que lo han apoyado, y mencionó en especial a los viandantes que fueron testigos de su detención. En su español elemental pero contundente explicó que él ha sufrido durante este tiempo no por sí mismo, sino por Patricia y sus hijos, a los que iba a dejar solos.

¿Qué pasó para que lo detuvieran? Birahim Mbengue contó en la estación, con voz auténtica e indignada, que lo único que hizo aquella tarde fue sacar su móvil, como otros peatones, y grabar cómo detenían a su amigo Pape, vendedor ambulante, al tiempo que recriminaba a los agentes por lo que consideraba un trato abusivo y violento con el detenido. Pero él, dijo, era el único negro en el grupo que protestaba y lo detuvieron también.

Varios policías locales y nacionales lo tiraron al suelo y lo golpearon pese a que él, insiste, no se resistió, y mucho menos golpeó a los agentes. La versión policial, que los acusó de atentado y resistencia, es «una mentira», dijo, y añadió que nunca se le ocurriría agredir a un policía.

Lo peor vino después, cuando, estando ya en la comisaría de la Policía Nacional (se entiende que en la jefatura de Blas Infante), se puso a hablar con su amigo Pape, y un agente, al que podría identificar sin dudar, le pegó una patada en el pecho e insultó, ordenándole callar: «Hijo de puta», «cállate, negro de mierda», «tú vas a ir a tu puto país a comer cocos». 

En cambio, otros policías nacionales en Algeciras se despidieron de él, recuerda emocionado, con lágrimas en los ojos. Dijo que seguirá adelante con su denuncia por agresión policial, y cuando le preguntamos por Pape Seck, pidió que no lo expulsen y, con la voz rota, se fue a un rincón a llorar.

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