Teniendo en cuenta el factor humano

El campeón del mundo de ajedrez nos ha defendido a todos del ataque de los monstruos. Ha vencido a una computadora de nombre poético y corazón de hielo. 

El duelo entre la máquina y el hombre era el de la bestia futurista y frígida contra el remoto animal de sangre caliente; el del plástico y el metal contra la carne y el hueso; el del microchip contra las neuronas. La máquina ha perdido porque es perfecta. 

Carece de emociones y, por lo tanto, de flaquezas. A «Pensamiento Profundo» la ha derrotado su incapacidad para presentir el peligro. 

Ni tiene noción del riesgo ni del engaño. Se la desconcierta con una jugada deliberadamente torpe. Se la confunde con la irrupción de los sentimientos en un juego intelectualmente seco. Se la derrota con el corazón al servicio del cerebro. Las máquinas han reemplazado al instinto por la memoria. Su pulso es digital, y la eficiencia suplanta en ellas a la ilusión. 

Ni yerran ni improvisan. Calculan pero no imaginan. Reaccionan pero no anticipan. Lo malo es que van aprendiendo y quizá un día introduzcan el concepto de la imperfección en sus circuitos. Entonces estaremos perdidos. Pero, de momento, y en representación del género humano, Kasparov las ha puesto en su sitio.

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