Dustin Hoffman dice que usa el sexo como arma

¿Un poco de sandía?», ofrece el actor con la boca llena, saboreando un pedazo demasiado grande pero que parece delicioso. Sin esperar respuesta se pone a contar chistes. No para. Tostado por el sol y con melena, Dustin Hoffman teme el silencio. Entre bocados de sandía y frases escupidas como torpedos, el veterano actor de 66 años respira, pero no profundamente.

«El proyecto se rodaba en Los Angeles y podía estar con mi familia», comenta Hoffman hablando finalmente de Confidence, el filme dirigido por James Foley en el que da vida a un criminal de carrera y que llega el viernes a las pantallas españolas. Luego añade que fue Glengarry Glen Ross, de Foley, y el hecho que el guión se basara en una obra de Mamet las razones por las que aceptó el papel. «Pero mi papel estaba escrito como el de un tipo grande que intimida». Se levanta y muestra su corta estatura.

«No quería hacer lo que siempre se ve en las películas ni utilizar armas». Otra vez sentado, Hoffman continúa su discurso, que sólo detiene para meterse otro pedazo de sandía en la boca. «Entonces pensé en utilizar el sexo como arma», suelta el actor como si hablara del tiempo.

Recuerda que hace años durante uno de sus episodios de investigación para personajes pasó un tiempo viviendo con prisioneros en una cárcel. «Descubrí que la idea de heterosexualidad y homosexualidad es muy diferente allí dentro. No tienen otra opción. Son todos hombres. Y el sexo en muchas ocasiones es utilizado por otras cosas que no tienen que ver precisamente con el amor. El sexo es poder».

Aplicando sus experiencias en el rodaje, Hoffman trata de amenazar al personaje interpretado por Ed Burns con una ambigüedad sexual sutil. «Noté cómo Ed se sonrojaba durante los ensayos», ríe Hoffman con cara de duendecillo malvado. «Eso ayudó mucho», afirma.

¿Siguen siendo amigos? «Nos gustamos... mucho», dice el actor con sorna, soltando otra carcajada.

No hay duda de que Dustin Hoffman está hecho para la actuación.Le gusta tener una audiencia aunque sea reducida. Pero cuando quiere, también sabe ser serio. Menciona a Jean Renoir y dice que igual ya quedan pocos que sepan su filmografía de memoria.«No hay que poner etiquetas a los personajes», asegura, recordando unas palabras de Renoir: «Cuando creas un personaje no tienes que hacer mucho. Sólo lo que entiendas de él. El público colabora contigo. Llena los espacios que dejas».

Si no fuera por el ruido de la sandía, se diría que Hoffman está sentando cátedra. Sin embargo, dista mucho de sentirse superior.«Lo que me molesta en la actualidad es que el famoseo se eleva a la enésima potencia», comenta con un tono de voz discreto, como si ya se supiera qué es lo que va a decir. «Debido a los avances técnicos hoy se ha demostrado que Andy Warhol tenía razón.Puedes ser famoso por quince minutos a nivel mundial».

Se queja de que hoy día la gente se preocupe más de lo que lleva Cameron Diaz en tal evento o de si Jennifer Lopez se casará o no. «Parece que todo esto hace sombra a lo que tenía importancia cuando yo era joven», se lamenta, quizás pensando que en sus días de actor sin suerte llegó a dormir en el salón de Gene Hackman y su mujer. «Esta fascinación por la fama siempre ha existido, pero la tecnología simplemente nos lo ha puesto más a tiro».

Hablando de tiros, no es la primera vez que se comenta que los actores son gente con problemas. «Estamos todos tarados, pero no sólo los actores», justifica Hoff-man. «Lo que sí es cierto es que los actores probablemente requieren más atención», admite el actor, quien todavía recuerda cómo Sir Lawrence Olivier le describió durante un descanso del rodaje de Marathon Man el porqué los actores se dedican a esta profesión.

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