La dama en su castillo de papel

Alicia Koplowitz es desde la tarde del lunes una dama instalada en la torre de papel del grupo Construcciones y Contratas, la nueva reina de Saba de un imperio de casi 300.000 millones de pesetas, una fortaleza que, sin embargo, puede desmoronarse en pocos meses como un castillo de naipes. 

Después de meses de inexplicable tira y afloja, de cíclicos «up & downs» sobre qué hacer o no hacer, la astuta Alicia decidió forzar las cosas en la mañana del lunes, enviando una dura carta a su cuñado, Alberto Alcocer, en la que le instaba a dimitir voluntariamente de la presidencia de Conycon so pena de ser descabalgado violentamente por el Consejo de todos sus cargos en el grupo. 

Era la demanda brutal de Romualdo García Ambrosio, el hombre que «sabía demasiado» y que no estaba dispuesto a abandonar la casa sin hacer sangre. Así que, por la tarde, Alcocer decidió rendirse, no asistiendo al Consejo de la sociedad que le cesó de sus funciones.

Inmediatamente García Ambrosio aceptó su propia retirada. «Yo me voy, pero éste también». En eso consistía su exigencia, la pequeñagran venganza de esta epopeya doméstica que deja Dallas en mantillas. Por la tarde, Alicia dirigió una nueva carta mucho más suave a Alcocer que venía a anular la misiva de la mañana. En lugar de cesarlo, se aceptaba su gallarda dimisión y se le agradecían los servicios prestados. Alfonso Escámez sufre a estas horas fuertes dolores abdominales a causa de un irrefrenable ataque de risa del que es víctima en las últimas horas. Y bien, ya tenemos a la atractiva Alicia instalada en solitario en la cúspide de uno de los grupos industriales más interesantes que ha producido este país en los últimos años.

Un grupo, «una máquina de hacer dinero» se decía en los ambientes financieros, que era la admiración de propios y extraños, basado en una gestión muy profesional y regido por la máxima de oro -aprendida del pater familias Ramón Areces- de que hay que huir de los bancos como del diablo, y de que toda expansión debe financiarse con recursos autogenerados. 

¿Por qué los Albertos hicieron al final lo contrario de lo que mandaba el patriarca de El Corte Inglés? El caso es que estos hombres, que antes de calzarse las gabardinas, a sotavento de la popularidad, gozaban fama de tipos graciosos, trabajadores y listos, comenzaron a cavar su desgracia en el mismo momento en que decidieron jugar a financieros. 

El día en que los primos decidieron embarcarse en la aventura de Cartera Central, un gato negro se cruzó en su camino. El Banco Central parecía al alcance de la mano.

Era cuestión de meses. Los extrovertidos, dicharacheros Albertos estaban en la cresta de la ola: dueños de un gran grupo industrial; amos del Central; socios de Polanco; amigos de Sarasola y con línea directa con Moncloa. ¿Cabía mayor felicidad? Lejos estaban los primos de sospechar entonces que pronto se habría de hacer realidad en ellos la terrible máxima del poeta: la gloria vive el espacio de un sueño agrietado... 

Por eso cuando a la altura de marzo de 1988 Conde y Escámez sorprendieron al respetable con el bombazo de la fusión Banesto Central, los dueños de Cocycon montaron en cólera. El Banco Central era terreno acotado, ¿cómo se atrevía «el gominas» a levantarles la pieza, siendo como eran todos amigos de caería? Intolerable. Desde entonces, la frase «al gominas nos lo vamos a follar» se hizo popular por los salones de la República del Jockey.

Y, efectivamente, al borde del abismo estuvo el gallego, víctima de la más amplia operación de acoso y derrivo jamás montada en la historia económica de este país, operación en la cual los primos jugaron el papel de testaferros del Poder, confiado caballo de Troya mediante el cual el eje Cibeles-Alcalá-Moncloa pensaba hacerse con el control del «megabanco» madrileño, el Español Central de Crédito. Y no será porque no se lo advirtieron. No será por los mensajes de advertencia que la derecha financiera, cabreada con el triste papel de los primos, remitió a Conycon. Una otoñal mañana de septiembre de 1988, en la calle Federico Salmón, Alberto Cortina reconocía la dimensión del problema:

Reconozco que deberíamos ponernos de acuerdo, pero puede haber factores que escapen a nuestro control. Ten cuidado, Alberto, que la política es muy traicionara y se olvida pronto de las promesas... Antonio Navalón estaba en lo cierto. Conde logró romper el cerco, a costa de romper igualmente la fusión Banesto-Central, como pretendían, entre otros, los Albertos, con el Gobierno, su ministro de Economía y el gobernador del Banco de España retirándose precipitadamente a sus cuarteles de invierno, asustados ante la perspectiva de verse salpicados por el escándalo. Y allí quedaron los Albertos, con el culo expuesto a los gélidos vientos de febrero de la meseta castellana. Nosotros no hemos sido, dijeron en Moncloa, y el mismo Sarasola se encargó de marcar las distancias. El resto pertenece a la prensa rosa.

El dato cierto es que los Albertos dejan un grupo fuertemente endeudado, embarcado en una aventura, la de Cartera Central, que está costando una sangría de intereses bancarios, con un grupo desmoralizado y desmotivado que han abandonado muchos de sus ejecutivos más brillantes. Alicia, cierto, se sienta sobre una fortaleza de 300.000 millones, cuya joya más preciada es Portland Valderrivas, pero es una torre que puede desmoronarse como un castillo de naipes si no pone urgentes manos a la obra.

Ella no es la duquesa de Alba, con sus amplias posaderas asentadas sobre la propiedad de la tierra, dispuesta a ver pasar regímenes de distinto pelo sin inmutarse. Las Koplowitz necesitan moverse y pronto. Pero ¿hacia dónde? Y, sobre todo ¿del brazo de quién? Como primera providencia, necesitan liquidar esa pesadilla que es Cartera Central, responsable en gran medida de los más de 15.000 millones de gastos financieros anuales en que devinieron los sueños de grandes financieros de sus maridos. En esto no habrá problema, con un Alfonso Escámez dispuesto, tras saborear su victoria, a recibir con los brazos abiertos a «las chicas». Asunto más peliagudo es llevar adelante el negocio de las Construcciones y, sobre todo, las Contratas.

Porque esta es una actividad que tiene poco que ver con la determinación de una dama judía de salir adelante y no rendirse, y sí con una cartera de clientes que depende básicamente de las relaciones personales, que es lo que siempre han dominado sus maridos. ¿Se imagina alguien a la hermosa Alicia deslizando gracilmente un cheque de 5 millones de pesetas en el bolsillo del concejal de urbanismo de Casasviejas del Pardillo? Y los Albertos sí pueden montar en la acera de en frente y con los mismos materiales una Conycon-Bis. La dama necesita moverse con celeridad en su torre de papel.

Comentarios

Entradas populares