Energúmenos mentales que van al partido

Hay que pensar que el sistema puede romperse en cualquier momento o hay que pensar que cien individuos no suponen ningún peligro? «iAllez París, allez le P.S.G.!» («¡Vamos; París, vamos P.S.G.!») volvió a sonar en la noche del martes en el estadio del Parque de los Príncipes en boca de los hooligans del París SaintGermain, que disputaba el choque de la temporada contra ;el Olímpico de Marsella. Skinhead o cabeza rapada. El gusto por la violencia gratuita, la cerveza, el sexo y la parafernalia nazi y la lectura de «Mein Kampf» de Hitler. Cada dos semanas, la tribuna este del Parque de los Príncipes ruge su pasión visceral y su odio al equipo de fuera. Cada partido del P.S.G., esta tribuna llamada «Boulogne » se enciende y explota al aire de .su descomunal pancarta con los colores del club, que son los mismos que los de la nación francesa, blanco, azul y rojo; y sobre el tricolor patrio, la efigie de la muerte y como telón de fondo el odio al extranjero, la aspiración de una Francia «limpia y pura».


El martes, como tantas otras veces, para muchos de estos energúmenos mentales lo de menos era el partido. En realidad, «le Parc», como se conoce en París a este bonito estadio, es para los skins galos «un espacio de libertad, de reunión fraternal», tal y como cuenta Yves, que esta noche vuelve a vestir su bufanda, sus botas para militares y vuelve a lucir su cabeza rapada para hacer honor al esfuerzo del equipo de fútbol que, en sus propias palabras, «simboliza la Francia blanca». Mentira. Entre los cerca de cien skinheads que sientan sus reales en el estadio no sólo hay francesitos puros y blancos, también los hay más morenos, mucho más morenos, como para concluir que su ascendencia genealógica se zambulle en la pureza aria que ellos reclaman.

Incluso el superjefe de las escuadras skins del P.S.G., un tal Serge Ayoub, más conocido como «Batskin» (por su reconocida afición a usar el bate de béisbol sobre las cabezas no rapadas) es descendiente de madre turca. Pero no lo airea demasiado. «Batskin» es el individuo que organizó, a partir de 1984, a los cabezas rapadas franceses y, pese a odiar el fútbol con toda su alma, decidió que este estadio era el lugar ideal para reunir a los cachorros del fascismo francés y para reclutar más. Después de traer en jaque desde entonces a los dirigentes del París SaintGermain a causa de graves disturbios un partido sí y otro también, «Batskin» y sus chicos han logrado quizá lo mejor que podían esperar: que el club les pidiera de rodillas una tregua. Aceptaron, y ahora le Parc está tranquilo. Más o menos. Allá donde el Parque de los Príncipes dobla por su este, surgen las pancartas que advierten a los visitantes la necesidad de andarse con ojo. «Incorregibles galos», «Lutecia Falco», «Boulogne Boys», «Ultras Sección París» o «Zyclon Army» (Zyclon era el gas utilizado por los nazis en los campos de concentración) son sus nombres de guerra. El martes, a las ocho y diez de la noche, los jugadores del Marsella, los actuales campeones, saltan al césped para realizar ejercicios de calentamiento. Si, en general, París y Marsella no se soportan, futbolísticamente hablando la cosa es aún más visceral y no digamos en cuanto a «lo» skinhead: bengalas encendidas sobre la zona del Marsella, saludos brazo en alto y una tremenda humareda roja y azul recibe al equipo de fuera. Para estos hijos del fascismo (pese a que la mayoría justo justo saben quién era Hitler), Marsella es la escoria, el mestizaje de un puerto mediterráneo, frente a lo que ellos definen como «pureza» de París: deben estar ciegos para decir que en cuestión de raza París es puro pero qué más da la realidad si en el fascismo sólo cuenta la verdad por él inventada... Yves, este cabeza rapada nacido en Lille y residente en París, asegura que formó parte del «glorioso» coro que hace poco menos de dos años entonó en el Parque de los Príncipes el gritó «iCarpentras, Carpentras!». Carpentras es una localidad situada al sur de Francia, donde en aquella época unos desconocidos profanaron 40 tumbas del cementerio judío; y es que a Yves, aunque no sabe decir muy bien cuál es la diferencia entre el judío y el no judío, le gusta gritar aquello de «iReventar sucios judíos, Francia os odia!». Para los skins del Parque de los Príncipes, decididamente el Frente Nacional de Le Pen se queda demasiado pequeño; dicen ser apolíticos, ni de derecha ni de izquierda... Entonces, Yves ¿por qué lucháis?: «Vamos contra esta sociedad de mierda».

El atuendo en esta «Kop Boulogne» (el nombre Kop lo toman de las tribunas principales de los grandes estadios ingleses) está fundamentalmente compuesto de cazadoras brillantes de color negro o verde militar. El pelo está corto, el gesto es duro y la acción, siempre, violenta. El «cerebro» del Marsella, el inglés Chris Waddle, realiza una gran jugada y cae junto al banderín de córner tras una dura entrada: le llueven tres o cuatro naranjazos desde las filas del grupo autodenominado «Lutecia Falco». Al final, Waddle y los suyos se llevaron un punto tras un partido de los que quitan la afición, pero a los ultras parisinos no les suele importar demasiado el desarrollo del juego. Pero de todas formas, el Parque, afortunadamente para los dirigentes del P.S.G. y para los equipos visitantes, ya no parece ser lo que era: desde que «Batskin» estableció el acuerdo, hay menos violencia. Por ejemplo, el otro día el autocar del Marsella no fue atacado, cosa que antes era impensable... y la pancarta con el saludo alemán «Sig Heil!» no colgaba del «Kop Boulogne». Los skins del P.S.G. deben estar cansados, para cuando llegan al lejano Parque de los Príncipes, de las incursiones violentas que habitualmente hacen contra inmigrantes, vagabundos o bandas rivales. Han bajado el pistón de su violencia verbal y física pero están ahí cada dos semanas, y por ahora nadie, y menos -los dirigentes del primer equipo de París, podrá impedirlo.

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