Patricia Conde en bragas

La cachondo-seudo-reportera Patricia Conde es muy joven, apenas tiene 21 años, pero se ha aprendido muy bien la lección: a la gallina de los huevos de oro no se la mata. ¿Existe alguna cláusula de contrato que blinde al cachondo-informativo El informal de una eventual marcha de su lenguaraz y neumática entrevistadora? Patricia rehúye la cuestión, pero viene a decir, con otras palabras, que ni falta que hace semejante condición: «Yo tengo los pies sobre la tierra y ni se me ocurre pensar en marcharme del programa».

Y a otras pruebas podría remitirse. ¿Acaso ha echado usted en falta de la pequeña pantalla a Inma del Moral, la predecesora de Patricia Conde en el programa de Telecinco? Es bastante probable que no. El éxito repentino, flor de un día, suele jugar esas malas pasadas. Por ahora, la todavía novia del humorista Pedro Ruiz -el «todavía» no va de mala leche, tiene una explicación que viene más tarde- tiene que contentarse con prestar su bella imagen a unos zapatos -la nueva línea de calzado femenino de Martinelli-, una actividad cuya repercusión no se mide precisamente en cuotas de pantalla.

A la realidad catódica regresará la joven cuando se estrene Un chupete para ella, la serie con guión de Pedro Masó en la que será protagonista junto a Juanjo Puigcorbé y que comenzará a rodarse en mayo. Un trabajo que, según se mire, puede ser interpretado como un auténtico ascenso de Del Moral en la escala laboral: de la reportera que fue, a la jefa de prensa que será junto al galán catalán.

Su paso por el programa cinematográfico Vértigo, de Televisión Española, fue un auténtico pinchazo. El espacio se fue a la lona en seis asaltos, apenas alcanzó un 12% de cuota de pantalla y su labor como presentadora -tarea que compartía con Antonio Resines- quedó en entredicho. De hecho, el programa volverá a La 2 el próximo miércoles, pero ahora con Miriam Díaz Aroca al micrófono.

Y como al perro flaco todo se le vuelven pulgas, saltó lo que faltaba: un rumor en la prensa del corazón que colgaba a la guapa Inma del brazo de un «joven de su edad», que es 26 años. Para atajar las malas lenguas, la modelo y el humorista Pedro Ruiz reaparecieron juntos en público, la semana pasada, en la presentación de un libro de Antonio Gala. Hacia tiempo que no se ponían a tiro de cámara.

¿Significa esto que la fórmula «reportera frescachona, guapa e inexperta» funciona bien al margen de quién sea la mujer de carne y hueso que la interprete? Pues parece que sí. Y esa impresión dice tenerla más que confirmada Javier Capitán, director de El informal. «Esa fórmula no es un puntal del programa, sino un elemento más. Lo que ocurre es que el perfil de reportera lenguaraz, alta, guapa, simpática no se había visto en la tele y ha funcionado muy bien. Primero, nos ha servido para acercarnos a la gente y, después, para que nuestra popularidad creciera mucho más. Pero la reportera no es ella: es el producto de un trabajo de equipo, de unos guionistas, una redactora y un montaje».

Afirma Capitán que la marcha «voluntaria» de Inma no les asustó especialmente, aparte del trabajo que significa tener que buscar una cara nueva y el riesgo que siempre entraña apostar por gente desconocida. Los índices de audiencia -una cuota de pantalla media del 21,7% y una audiencia media de 3.080.000 telespectadores- ni se enteraron del cambio y, a la postre, el programa se ha beneficiado: «Patricia cae mejor, impresiona menos. Es muy fresca, transmite mucha inocencia. Frente a Inma, los entrevistados estaban mucho más tensos».

¿Pensó en algún momento Patricia Conde que había de enfrentarse a la titánica tarea de llenar el hueco de una chica que había dejado el listón de la popularidad muy alto? En absoluto. «Quizá pensaran los demás que lo tenía muy difícil, pero yo no», dice ella. Ahí es nada. El caso es que al margen de ese alarde de seguridad en sí misma -o de chulería, como prefieran-, Patricia asegura haber llegado a la cresta de la ola como quien no quiere la cosa yqueaún no ha tenido tiempo para digerir el vuelco que ha dado su vida.

Todavía están a tiro de piedra los tiempos en que su rebeldía hacía salir de sus casillas a las monjas del Colegio del Sagrado Corazón de Valladolid, o cuando dejó plantados sus estudios en segundo de BUP para hacer no se sabe muy bien qué, y vendió ropa, y se apuntó a la agencia de modelos de Ángel Tamayo, que es el delegado de Miss España en Castilla y León, e hizo de azafata de acá para allá y algún que otro desfile -«desfilando era como un cubito de hielo», dice Tamayo-, más bien pocos, y por esas cosas de la vida, porque iba a trabajar de relaciones públicas del bar Dany Boy, que ella conocía de Valladolid pero que abría sede en Palencia, se empadronó en la capital palentina y se dejó convencer para presentarse a miss por esa provincia. «Anímate, Paty, que en Palencia se presentan muy pocas chicas y tienes muchas posibilidades», le dijeron. Y dicho y hecho, se presentó y ganó, pero se quedó en Miss Palencia 1999 y no alcanzó el título de Miss España. «No importa».

Pero he aquí que Garbiñe Abasolo, su representante en Teleartis -la agencia a la que permanecen vinculadas las misses por un plazo de dos años y que percibe ahora entre un 15 ó un 20% de sus ingresos, y así será hasta el 2001-, repasando el vídeo de la gala final del concurso en el que se elige a la más guapa de España, adivinó en Patricia el desparpajo y la guapura que andaban buscando para un casting en Telecinco, en fin, para encontrarle una sustituta a Inma del Moral. Y aprovechando no que el Pisuerga pasa por Valladolid sino que ella estaba de paso por Madrid -«ve a ese casting, Paty, de verdad, que no pierdes nada»; «¿y qué hago yo de reportera en televisión?-, se presentó, contó un chiste y tres razones por las que debía ser contratada y ganó.

A finales de julio pasado se estrenó en la pantalla y ha necesitado poco más de medio año para consolidarse como Requetepatricia y ligarse a uno de los más preciados y escasísimos sex symbols de este país: el tenista Carlos Moyà. Ahora, de la eficacia de El informal como trampolín ya no hay quien tenga duda.

Ella dice que no es verdad que le conociera haciéndole ninguna entrevista, y casi se enfada, pero esconde su rubia cabellera debajo del ala cuando se le pregunta si cree que, de no haberse convertido en una exitosa chica de la tele, hubiera conseguido algún día alcanzar a un chico tan deseado como Moyà. «¡Me pillaron tan desprevenida!...[los paparazzi] Ahora ya ni se esconden, se ponen delante de nosotros para hacernos fotos. ¡Qué vamos a hacer!», se lamenta.

Cuando la productora Globomedia convocó recientemente un casting para buscar a otras desinhibidas, novatas, divertidas y guapas reporteras con quienes confeccionar la versión femenina del Caiga Quien Caiga que prepara Telecinco -están dispuestos a explotar a fondo el filón descubierto con Inma y con Patricia-, llovieron las candidatas espoleadas por la ilusión. Con El informal, muchas jovencitas ambiciosas han aprendido que la televisión hace magia: te puede sacar de una ciudad como Valladolid, sin oficio ni beneficio, convertirte en uno de los rostros más populares del país y darte un novio de postín. Aunque chicos como Moyà no abunden.

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