El trauma de Perkins

En esa obra premonitoria, un joven estudiante, objeto de burlas y murmullos entre sus compañeros por su exceso de «sensibilidad», es iniciado en la madurez y afirmado en la heterosexualidad por la esposa de un profesor en cuya casa se aloja. Su encuentro con una mujer protectora y maternal en un contexto hostil será una de las características de sus personajes ulteriores. El debut real en el cine se produjo con La gran prueba (1956, William Wyler), un gran éxito en todos los aspectos que le reportó la candidatura al Oscar. 

Pero fue su siguiente trabajo, la pequeña producción y gran película El precio del éxito (1957, Robert Mulligan), la que mejor refleja el otro y complementario trauma del personaje de Perkins: su conflicto con la figura paterna, con la autoridad, el orden. En este caso se trataba de un deportista que debe satisfacer todas las frustradas ambiciones de su padre, que le lleva a un grado de competitividad tal quede vuelve loco. 

Contratado por la Paramount, Perkins hizo demasiadas películas a continuación: dos interesantes «westerns» que también reflejaban conflictos paternofiliales y comedias que le emparejaban con jóvenes prometedoras como Shirley Mac Laine y Jane Fonda. Los problemas de Perkins alcanzaron grandilocuencia con Deseo bajo los olmos (1957, Delbert Mann), en la que representa al hijo de un magnate duro y maduro y el objeto del deseo de su madrastra, joven y apasionada. Sofia Loren era casi de su misma edad, pero de personalidad mucho más fuerte y adulta. 

El maestro Alfred Hitchcock «caló» perfectamente al joven Perkins y le advirtió que estos amores de madre pueden pasar una factura cuyo elevado importe sea nada menos que la Psicosis. En clave de filme de terror, esta obra maestra del género llevó al extremo aterrador y guiñolesco la vulnerabilidad, puerilidad y perversión de Perkins.

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