Adictos a los juegos peligrosos

Los más de 45.000 adictos al juego que hay en la Comunidad de Madrid únicamente cuentan con un centro específico para su rehabilitación. Se trata del Instituto Español para la Atención de los Problemas del Juego de Azar, que viene funcionando hace un año y medio como entidad privada, aunque tratando gratuitamente a las personas que carecen de recursos o insolventes.

Desde el pasado mes de octubre, el Ayuntamiento de Madrid ha empezado a colaborar con este centro para que todos los casos se atiendan de forma gratuita. Para ello, y hasta fin de año, ha concedido una subvención de tres millones de pesetas, cantidad que será ampliada cuando se firme el nuevo convenio el próximo mes de enero.

En opinión de Carmen Díaz Navarro -uno de los cuatro psicólogos que trabajan para el instituto-, «ha de distinguirse entre el jugador social y el patológico. El primero es aquel que se gasta una determinada cantidad de dinero, luego vuelve a su casa o su trabajo y sigue haciendo su vida normal». «El jugador patológico -añade- es la persona que termina de jugar y pasa el resto del día pensando cómo conseguir dinero para continuar jugando. No tiene otras actividades de ocio. Toda su vida está afectada por el juego»

A esto se encuentra frecuentemente unido el problema del alcoholismo; un elevado número de adictos al juego padece trastornos de hígado. En estos casos es necesario eliminar en primer lugar la afición a la bebida, para posteriormente tratar la ludopatía. Desde que el Ayuntamiento ha empezado a colaborar con el citado instituto, más de cuarenta personas han solicitado ayuda; es decir, se ha duplicado la cifra desde que funciona el centro. José González Iglesias, psicólogo, apunta que en los casos recientes no se puede hablar aún de resultados, pues el tiempo de tratamiento es aún insuficiente. No obstante, sí se puede reunir una información más rigurosa sobre los madrileños que habían iniciado la terapia antes de octubre. De ellos, el 75% son hombres.

Desempeñan trabajos dispares: vendedores, conserjes, amas de casa, administrativos, gerentes de empresa, cajeros de banco, auxiliares de farmacia, camareros o empresarios autónomos. El nivel cultural de estos adictos es medio-bajo, habiendo finalizado la enseñanza primaria sólo cinco de ellos, otros seis no la terminaron, cinco completaron el Bachiller, y solamente tres tienen estudios superiores. En cuanto a su situación afectiva, la mayoría tienen familia propia. La media de dinero que estos jugadores gastaron el mes anterior a comenzar la terapia fue de 8.250 pesetas al día en máquinas «tragaperras», 33.500 a la semana en bingos, en juegos de cartas 56.000, 45.000 en casinos, 2.500 en lotería primitiva, en cupones de la ONCE 3.500 y 5.000 en lotería.

Todos ellos suelen ser «polijugadores», aunque las deudas más cuantiosas las contraen con un solo juego. Existen jugadores en todas las clases sociales, aunque en las más desahogadas es menos evidente debido a sus mayores posibilidades económicas. No se puede saber con exactitud por qué un jugador llega a hacerse patológico; unos empiezan por «matar» la soledad, otros por eliminar la tensión... pero se desconoce la causa que mantiene esa situación. No obstante, en general, los adictos al juego reúnen unas características comunes, unos síntomas muy específicos.

Así, todos experimentan un fracaso crónico y progresivo en la capacidad de resistir los impulsos a jugar, con lo que se llega a producir una alteración en sus intereses personales, laborales y familiares. Según el psicólogo José Luis García Martínez, miembro del instituto, «hay otras características como la incapacidad para satisfacer las deudas, y en muchas ocasiones el apoyo de una persona que se las cubra, pero esto se da en algunos casos y no en todos». «La terapia dura aproximadamente unos nueve meses, durante los cuales se estudian todas las áreas deterioradas, intentando potenciar lo bueno que haya en la persona», manifiesta José Antonio Romero, cuarto psicólogo del instituto español para la atención de los problemas del juego de azar.

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