Como conseguir un culo perfecto

Un culo ha sido la sensación del último Roland Garros. En concreto, el de Venus Williams, quien dejó patidifusos a público, árbitros y televidentes al saltar a la arena con un minivestido de inspiración cabaretera -encaje negro, tirantes rojos- y un maillot, del mismo color tostado que su piel, con una franja oscura que dividía en dos sus poderosos glúteos. Se mirara desde donde se mirara, la impresión era que no llevaba ropa interior.

El espejismo óptico-erótico había sido estratégicamente calibrado por Venus, quien, en la rueda de prensa posterior al encuentro -una sola pregunta sobre su juego y ocho acerca de su indumentaria-, confirmó que le resultaba tremendamente atractiva la idea de crear "la ilusión de estar desnuda". También aclaró que lo suyo es "fruto de los genes", y, por si a alguien le quedaba alguna duda, animó a que miraran a su hermana Serena (número uno del tenis mundial), cuyo trasero es otro clásico en el circuito.

Su exhibición, aunque chocante, es una muestra más de lo que algunos autores denominan "el imperio del culo" o la culocracia. Y ejemplos hay por todas partes: si Venus Williams utiliza un maillot equívoco, en Japón el último grito en moda es lucir una falda que parece transparente, pero que, en realidad, lleva reproducido un culo hiperrealista. En Francia, un documental titulado La cara oculta de las nalgas, emitido en un minoritario canal cultural, ha batido récords de audiencia. En Inglaterra, un científico de la Universidad Metropolitana de Manchester se ha devanado los sesos hasta lograr formular una ecuación para evaluar objetivamente la calidad estética de un trasero femenino. En Escocia, la Heriot-Watt University de Edimburgo ha puesto en marcha el primer estudio en la historia de la moda para diseñar el vaquero que mejor realce el culo. A todo esto hay que sumarle que, de cinco años a esta parte, en Occidente se han disparado las gluteoplastias -cirugía estética para aumentar el volumen de las nalgas-, y que las firmas de lencería han encontrado un nuevo filón: las bragas y los calzoncillos con contrafuertes y arbotantes que ponen respingón al culo más alicaído.

Una casa de lencería, precisamente, ha asumido el reto de encontrar los mejores traseros de cada país. Se trata de Sloggi, la marca joven de Triumph, que viene organizando desde hace tres años un concurso que en España se llama Top Culos. Carmen Alonso, relaciones públicas de la firma, corrobora que "en los últimos años, el culo ha cobrado una gran presencia, un enorme protagonismo. Por eso -y porque Sloggi es la marca que vende más bragas en el mundo, mil millones en 30 años- hemos iniciado este concurso, que ha tenido un éxito enorme tanto entre las chicas como entre los chicos".

¿Algo marginal? En absoluto: en la última edición española han optado al título nada menos que 200.000 jóvenes; de ellos, Eva Fernández, de 22 años, y Moise Chery, de 31, han sido los elegidos para la gloria. ¿Habrá cambiado en algo sus vidas ser Miss y Mister Culo? Moise, que trabaja como gestor comercial en Santander, pero que no descarta trasladarse a Madrid para consolidar su trabajo como modelo, explica que los domingos, cuando juega al fútbol, aúlla el graderío femenino: "¡¡¡E-se-cu-lo!!!". Y Eva, que estudia Estética y hace trabajitos como modelo, ya ha tenido su primera gran recompensa: "He hecho una portada en Interviú".

A ninguno de los dos les inquieta que su nombre esté asociado a un culo. Pero ni lo más mínimo. Tal vez sea porque, finalmente, vaya a ser cierto que vivimos en la "civilización del culo", como hace unos meses se planteaba en un artículo Javier Cercas. Entre las cuestiones que, entre bromas y veras, se hacía el escritor, merece la pena detenerse en una: "¿Siempre hemos estado todos locos por los culos -verdaderamente locos-, pero sólo al llegar la civilización del culo nos hemos atrevido a reconocerlo?".

Para tratar de encontrar una respuesta, hemos de irnos hacia atrás en el tiempo y ver si la antropología nos da pistas acerca del origen remoto de la fascinación por el culo femenino (digo bien, femenino; la exaltación del trasero masculino, como veremos más adelante, sí es moda reciente).

Pues bien, los antropólogos, con Desmond Morris a la cabeza, parten del principio de que las nalgas son para nuestra especie una importante señal sexual. Probablemente haya en ello un origen biológico muy antiguo: las grupas de las hembras de muchas especies de simios se hinchan llamativamente cuando se aproxima la ovulación, lo que significa que un macho puede saber, de una sola mirada, si la hembra es sexualmente activa. "Las hembras humanas son diferentes", escribe Morris en La mujer desnuda. "Sus grupas no se alzan y caen con su ciclo menstrual. Sus nalgas se mantienen protuberantes siempre. En concordancia con esto, la disponibilidad sexual es, asimismo, permanente".

De alguna manera, y siguiendo a Anabel Ochoa en su libro Mitos y realidades del sexo joven, la explicación a por qué miramos con lascivia el trasero de la gente que nos atrae estaría en que "se trata de un recuerdo ancestral del que aún no podemos escapar. Somos descendientes de un animal que caminaba a cuatro patas y que abordaba eróticamente a su pareja desde atrás y prometiendo, con las glúteas formas, el placer sexual".

Más allá del atavismo, lo cierto es que el culo ha atravesado épocas de mayor o menor exaltación colectiva. Uno de sus momentos de esplendor fue en la Grecia clásica, en la que se veneraba a la Afrodita Calipigia (literalmente, diosa de hermosas nalgas), en cuyo honor se erigió un templo y que propició un tipo de estatua que representa a una mujer que descubre sus nalgas y las mira por encima de su hombro.

Pero el culo ha tenido también sus épocas de oscuridad. "Durante toda la Edad Media, y hasta más tarde, el culo fue la parte del cuerpo humano más cubierta de oprobio. El casto Quijote no osaba ni nombrarlo", explica Manuel López Doña, profesor de Sexología de la Universidad de Cádiz, cuyo discurso de entrada en el Ateneo gaditano llevaba por título El culo. Capítulo inédito de la anatomía sexual humana. Él lo define como "el más bello de los territorios eróticos, regalo a la vez de los ojos y de las manos", sugiere como razón para este oprobio que "el culo es productor de escatología, el objeto de la analidad y, en sus versiones más acusadas, de la cropofilia".

En este sentido, Morris apunta que, entre las nalgas, "está agazapado el ano, a través del cual debe pasar, día tras día, toda nuestra materia de desecho sólida e, incluso, la ocasional emisión de gases". Si a eso le sumamos su proximidad a los genitales, nos encontramos con que no hay forma de eludir las relaciones sexuales y excretoras. Quizás ahí, en esa doble función -reclamo sexual y, al mismo tiempo, cloaca- resida la gran paradoja del culo.

Pero dejemos aparcada la escatología y centrémonos en la fascinación que ejerce esta parte de la anatomía. La psicóloga británica Anne Campbell condujo una investigación entre 125 hombres solteros y concluyó que el 39% de ellos se fijaba en el trasero de las mujeres a primera vista. Algo menos que el 43% de los que privilegiaban el pecho, pero considerablemente más que el 12% que decía reparar en los ojos.

Ingelore Ebberfeld, sexóloga y profesora en la Universidad de Bremen, sorprendida ante la noticia de que Jennifer López había asegurado su trasero por una cifra astronómica -la leyenda habla de cientos de millones de dólares-, decidió investigar sobre la materia y realizó un estudio, El erotismo de las nalgas, publicado en la revista Sexualmedizin.

En él, Ebberfeld expone que el trasero, pese a ser, como ella misma reconoce, "un extraordinario estímulo sexual", no sólo no ha sufrido la humillación -como los genitales o el vello púbico- de verse cubierto con hojas de parra, sino que ha sido objeto de culto en las artes plásticas. Desde la Venus de Willendorf hasta las heroínas de Botero, pasando por la Venus del espejo o Las tres gracias, el culo ha sido glorificado en la pintura y la escultura.

No así en las letras, pues, como refiere Javier Cercas, "la literatura -con la salvedad de la pornográfica- siempre ha sido muy mezquina, con el resultado palpable de que ignoramos cómo eran los culos de los grandes mitos eróticos de nuestra civilización: no sabemos cómo era el culo de Helena de Troya; no sabemos cómo era el culo de Isolda, ni el de Beatriz, ni el de Julieta -ni siquiera sabemos cómo era el culo de Dulcinea-; no sabemos cómo era el culo de Emma Bovary, ni tampoco el de Ana Karenina".

Todo eso comenzó a cambiar a partir de la segunda mitad del siglo XX, hasta llegar, continúa el autor de Soldados de Salamina, "a hoy, cuando no hay obra literaria con alguna ambición que no contenga por lo menos un buen culo". Ni obra literaria, ni película, ni evento, ni cartel publicitario, ni azafata de televisión. Porque de manera sigilosa, pero en un asombroso continuum, los traseros se han ido adueñando paulatinamente del espacio público.

LIBERACIÓN HOMOSEXUAL. Sobre esta apropiación reflexionaba recientemente el filósofo José Pablo Feinmann en el diario argentino Página 12: "Uno ve la tele, ve las revistas de los kioscos, las propagandas de ropa interior y no hay caso: lo invaden los culos. El mundo de la culocracia es el de la mujer sin rostro. Ni nombre, ni apellido, ni cara, ni nada. Sólo culo. La creatividad de los diseñadores de moda (todos o casi todos hombres) ha creado su obra maestra: la mujer culo".

Pero, ojo: de unos años a esta parte, el hombre culo también existe. Probablemente, ningún otro momento histórico -salvo, tal vez, el helenístico- haya concedido tanta atención y honores al trasero masculino. Toreros, futbolistas, cantantes..., todos terminan mostrando el culo en artísticas fotos en blanco y negro, al igual que anónimos bomberos, policías o camareros de cualquier localidad exhiben sus nalgas en calendarios confeccionados prácticamente con cualquier excusa.

No hay una explicación clara para este auge de la retaguardia masculina. Aquí no hay señales atávicas de reproducción sexual, aunque el sexo sí puedeestar relacionado. Así lo sugiere Isabel Díaz Roca, conferenciante de Kaleidom-ISB especializada en motivación, quien se pregunta si no coincide sospechosamente la moda del culo perfecto con la liberación y aceptación social de los homosexuales: "Los gays son un sector prioritario para el marketing y la publicidad. Por ello, ver culos perfectos por doquier es un reclamo para toda la industria cosmética, gimnástica e, incluso, quirúrgica, que puede dirigirse no sólo a la mitad de la población, sino a toda. Una bicoca, vamos: creemos consumidores de traseros fabulosos, que el aumento de pechos tiene un target más reducido".

La premisa es muy sencilla: sólo la mitad de la población podría verse tentada a ponerse un implante mamario; en cambio, todos y todas tenemos culo. Y, normalmente, no es como el de los anuncios o el de los calendarios. Para resolverlo, la cirugía plástica propone la gluteoplastia, una técnica que, explica el cirujano Francisco Menéndez-Graiño, "se lleva realizando desde hace unos 15 años, si bien el auténtico boom ha sido de dos o tres años a esta parte". Ellos piden el culo de Antonio Banderas; ellas, el de Jennifer López.

Pese a la crisis, en Estados Unidos estas intervenciones han aumentado en un 132% desde 2017 y pese a que no hay datos para España, los expertos les auguran un futuro esplendoroso. Si además consideramos las liposucciones, muy a menudo orientadas a la mejora del aspecto de las zonas traseras y donde nuestro país lidera en Europa con unas 100.000 intervenciones anuales -según estimaciones de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE)-, está claro: el culo nos preocupa, y mucho.

¿Hasta dónde se puede llegar con la cirugía? Menéndez-Graiño señala que hay tres técnicas básicas, y cada una de ellas tiene su indicación: "Las prótesis te permiten ganar un volumen importante, pero tienen sus complicaciones. Al fin y al cabo, se trata de una zona sobre la que te sientas y te apoyas… Otra posibilidad es la lipoestructura, que consiste en utilizar grasa del propio paciente: se extrae de otra zona del cuerpo, se procesa para seleccionar la fracción rica en adipocitos y células madre, y se recoloca. No permite aumentos tan llamativos, pero la ventaja es que tiene un comportamiento fisiológico y, una vez estabilizada, es para siempre. Por último, otra opción es la de hacer rellenos con ácido hialurónico. Su ventaja es que es una intervención sencilla, que se puede hacer con anestesia local; el inconveniente, que cada año y medio tienes que volver a reponerlo".

Pero la cirugía es cuestión peliaguda y, normalmente, sin marcha atrás. Siempre será minoritaria. En cambio, las marcas de lencería están haciendo su agosto con todo tipo de bragas y calzoncillos elevadores o con relleno. "Están teniendo mucho éxito las prendas con push up, para levantarlos, o bien con relleno", explica Carmen Alonso, de Triumph. Hay también artefactos tipo faja que comprimen la parte exterior de los glúteos para que éstos sobresalgan, y ligas que, situadas en la parte alta de los muslos, cumplen la misma función.

¿Y por qué se quiere más culo, si toda la vida las mujeres se han quejado precisamente de tener demasiado? Desde la sabiduría de la lencería, Alonso asegura: "Porque una cosa es el culo y otra el CULO, con mayúsculas. Te quejas de una culona a lo ancho, pero no te quejas de una culona como Jennifer López. Lo que se lleva, lo que atrae, lo que seduce… es el trasero redondo y respingón".

EL CULO COMO PROTESTA
Aunque habitualmente sólo mueve a risa, hacer un calvo (doblarse enseñando las nalgas) puede interpretarse como un insulto o una obscenidad. Pero, curiosamente, quien lo hace está representando una versión moderna de una práctica oculta antiquísima. En la antigua Grecia, las nalgas se consideraban una zona extraordinariamente hermosa de la anatomía y exquisitamente humana. A partir de ahí, con el paso de los siglos se fue dando una vuelta de tuerca a esta idea: los primeros europeos consideraban que, si eran las nalgas lo que nos diferenciaba de las bestias, se entendía que los monstruos de la oscuridad y, sobre todo, el diablo, estarían desprovistos de ellas. También se creía que esta carencia incomodaba sobremanera al maligno, y se pensaba que, enseñándoselas, tendría que mirar hacia otro lado. De esa manera, la exhibición del trasero protegía al humano del mal de ojo y le ayudaba a repeler las fuerzas del mal. "Es bastante probable", escribe Desmond Morris, "que fuera así como comenzaron todas las exhibiciones de nalgas, y que los mooners [término en inglés para referirse a quienes enseñan las nalgas en público] actuales estén siguiendo una antigua tradición cristiana sin darse cuenta. Con el diablo pasado de moda como gran enemigo, la exhibición se considera ahora simplemente grosera".

TODO… MENOS SU OLOR
No, el olor no nos gusta nada. Al menos eso es lo que se desprende la tesis doctoral Olores que excitan, realizada por la profesora alemana Ingelore Ebberfeld. En ella, se revela que, mientras el 23,1% de las personas se excitan con el olor de las axilas, el 21,3% con el aroma del pecho, el 16% con el aliento, el 31,9% con los efluvios del pene y el 43,4% con los de la vagi-na, el olor de nuestro pro-tagonista cuenta con po-cos simpatizantes: sólo
el 3,7% se excitan con él.

EL TEST DE LA MONEDA O LA OBSESIÓN DE TINTO BRASS
Hay un test que lleva el nombre de Tinto Brass y que define el modo en que el cineasta italiano escogía a las intérpretes de sus películas. Sin pudor alguno, él mismo lo cuenta de la siguiente manera: "Las actrices se presentaban al casting vestidas con minifalda. Antes de empezar a hablar con ellas, yo tiraba al suelo una moneda que ellas debían recoger. Así yo podía apreciar cómo de fotogénico era su culo y, al mismo tiempo, podía también percibir su nivel de pudor y otros aspectos que me ayudaban a intuir cuánto estaban dispuestas a darme frente a la cámara". Brass, que escribió hace años un libro titulado Elogio del culo, inició un discurso en Francia diciendo: "A mí me gusta el culo".

¿DE VERDAD ERA TAN GRANDE?
En los desiertos del suroeste de África, las mujeres bosquimanas exhiben un enorme trasero similar a los representados en las figuras de la Edad de Piedra. Tienen lo que se conoce como esteatopigia -que significa, literalmente, nalgas con grasa-, una característica que hoy nos sorprende sobremanera pero que, a juicio de algunos antropólogos, bien pudo ser una cualidad común en nuestras antepasadas remotas. Eso justificaría la profusión de estatuillas y representaciones de mujeres prehistóricas de inmensas nalgas. A juicio de Desmond Morris, o bien ellas, efectivamente, estaban dotadas de enormes traseros que enviaban vigorosas señales sexuales a los varones, o los escultores eróticos estaban tan obsesionados por la naturaleza erótica de las nalgas que, como muchos caricaturistas actuales, se permitieron un alto grado de licencia artística.

1. TRATAMIENTO DE INSTITUTO. Maribel Yébenes propone su Up-Form, un protocolo de tres pasos: peeling químico; masaje fuerte y ascendente con aplicación de principios activos reafirmantes y anticelulíticos, y microcorrientes con electrodos que elevan y remodelan. Precio: 120 euros/sesión.
2. LÁSER. Es el método empleado en Smalia Clinics. Se trata de Skinshape: a través de mínimas incisiones se introduce una canulita de fibra óptica. El láser produce energía y calor de forma localizada y la piel atacada se retrae. Se consigue, además, estimular la producción de colágeno.
3. LIPOSUCCIÓN Y MÁS. El doctor Jesús Benito ha diseñado el Tratamiento Banana Subglútea, que combina radiofrecuencia, liposucción y lipofilling para eliminar el rollito de grasa que se acumula bajo la nalga. Precio: 1.600 euros, aproximadamente. Antiaging Group Barcelona.
4. PLATAFORMAS VIBRATORIAS. Consiguen activar la circulación periférica, lo que contribuye a eliminar toxinas, movilizar grasas y perder líquidos. Además, activa el tono y el metabolismo, con lo que se queman más calorías. Precio: El modelo Basic de Galileo (únicos equipos certificados) cuesta unos 6.250 euros.
5. BICICLETA. Aunque existen tablas de ejercicios específicos para endurecer las nalgas, lo cierto es que no hay como montar en bicicleta para conseguir endurecer los glúteos. En pocos días y sin matarse a pedalear se obtienen resultados. Si le aburre la bici, pruebe en el gimnasio el spinning.
6. COSMÉTICA. Vuelven como cada año en estas fechas los anticelulíticos. Formulados con ingredientes drenantes, desinfiltrantes y quemagrasas, consiguen movilizar (con constancia y tiempo), los acúmulos más superficiales. ¿La novedad? Los específicos para distintas zonas; entre ellas, las nalgas.

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