Hombres que orinan sentados

La pregunta que reza en el titular, sin trampa, desconcierta a los 10 hombres interrogados al azar, españoles todos y menores de 40. Cuatro han reconocido, sin mostrar sorpresa, que orinan de pie. Los otros seis -mayoría- aseguraron que vacían sus vejigas sentados en el retrete. ¿Mentimos? «Qué van a decir ellos», espeta Pilar, visiblemente harta de limpiar las salpicaduras que su marido y sus dos hijos acostumbran a estampar en los bordes del WC. Se asume con frecuencia como parte del trabajo de las mujeres, que sufren limpiando los chorritos de esposos, padres, hermanos y novios. Y Pilar, claro está, no termina de entenderlo. Ni de aceptarlo.

«No sé si es algo biológico o cultural», insiste la ama de casa madrileña. «Lo que yo conozco, no sólo por experiencia propia, es que la mayoría de los hombres, en sus casas, mea de pie... ¡y punto!». El asunto viene a cuento porque la batalla del urinario, tal vez el territorio del hogar que más broncas acarrea al día -«cada vez que salgo del baño, mi mujer va detrás y tenemos una pelotera...», confiesa Octavio, uno de los encuestados- parece extenderse por parte de Europa y Asia.

En Suecia, para muchos un modelo de bienestar y educación, ahora quieren obligar a los hombres a orinar sentados en los baños públicos. Medida que en Alemania, donde la sucia costumbre puede llegar a romper parejas, ya se promueve tanto en baños privados como públicos.

A las calcomanías frecuentes en los váteres, que recuerdan que hay que hacerlo sentados [la propia Angela Merkel, en una viñeta publicada por el genial Ricardo, abronca este verano a Rajoy mientras el presidente español mea de pie en un aseo: «¡No, no, Mariano, sentado para que no salpiques!»], se suma una pegatina. Tiene forma de fantasmita plástico y apoya a las mujeres en su lucha tenaz en pos de un pis masculino más higiénico. Spuk (o embrujo, como lo han bautizado) va pegado a la tapa del inodoro y, cuando ésta se levanta, una voz en perfecto alemán nos recuerda: «En esta casa se cobra una multa por hacer pipí de pie». O «tomen asiento en el trono», suelta una voz que imita a la de los ex cancilleres Helmut Kohl o Gerhard Schröder. O esta otra: «¡Eh, cowboy! Vuelve a meter tu pistola en la funda y siéntate!», sobre un fondo musical del Oeste americano con la voz que dobla a Clint Eastwood en las películas alemanas. También hay grabaciones femeninas que sueltan un grito capaz de paralizar incluso la evacuación de líquidos, según las víctimas: «¡Joder! ¡No fastidies! ¡Otra vez lo has salpicado todo!».

El «embrujo» germano ha causado tanta sensación que alrededor de 1,8 millones de alemanes tienen uno de estos artilugios en su baño. Se adquieren en droguerías, mercadillos, o por 12 euros en eBay, la casa de subastas y venta de productos online. Los más férreos defensores de miccionar sentados protagonizan incluso campañas en baños públicos, empresas, colegios y universidades, similares a las campañas antitabaco, de forma que el simpático fantasmilla está consiguiendo que los alemanes que acostumbran a mear de pie, que todavía los hay, comiencen a avergonzarse.

El éxito es tal que la empresa germana que comercializa el invento, Media7Trade, se dispone ahora a conquistar Italia, Suecia y Taiwán. Si usted tiene previsto viajar a este país asiático procure no despistarse. Estos días, el ministro de Medio Ambiente Stephen Shen ha decidido meter en vereda a los machos de la isla. Quiere que, como él, todos los hombres orinen sentados -«comenzando por los hogares»-, con el fin de mantener limpios los retretes. De lo contrario podría caerle una multa de hasta 1.000 euros si le pillan salpicando en un aseo público, o caerle una bronca monumental si lo hace en un hotel. «Tenemos que aprender, por ejemplo, de Japón», justificó el ministro taiwanés, «donde el 30% de los varones se sienta para orinar».

La sugerencia, recibida con fervor por las mujeres en las redes sociales, ha puesto en pie de guerra a muchos de los aludidos, que comentaban que sería difícil abandonar una costumbre, la de mear erguido, tan arraigada. De hecho, se cuenta en Escatología y civilización. Los excrementos y su presencia en las costumbres de los pueblos que los virreyes y funcionarios de alto rango chinos usaban unas varitas, doradas y huecas, para orinar erguidos, a manera de tubos que les permitían depositar la orina a una buena distancia del inodoro. Según la creencia popular, todas las enfermedades de los riñones venían por hacer pis sentados, puesto que los riñones no podrán vaciarse totalmente si no se evacua de pie.

Un diagnóstico muy distinto al esgrimido ahora por el Partido de la Izquierda de Suecia, muñidor de una propuesta para que el Gobierno obligue a los hombres a orinar sentados. Viggo Hansen, el autor de la idea, pretende que tal hábito se convierta en ley en la provincia de Sörmland, limítrofe con la de Estocolmo, donde él oficia como miembro del Consejo local. Para dar más fuerza a su iniciativa, el rojo Hansen incluso ha presentado supuestos dictámenes médicos [los expertos consultados por Crónica desconfían de que mear agachados revierta en una mejor salud] que avalarían su propuesta en favor de una mejora de los problemas de próstata y de una vida sexual más larga y satisfactoria. Lo que mantiene en alerta a lo más de 100.000 hombres que viven en la provincia sueca.

«El problema que yo veo son los váteres públicos, yo no me sentaría en ninguno de ellos», opina Julio, otro de nuestros encuestados. «En este caso, lo tengo claro, de pie siempre». Y es que los beneficios de orinar sentado no se reducen a lo higiénico, sino que también alcanzan al universo de la comodidad, sobre todo cuando la oscuridad y/o el sueño se hacen presentes. Como en el caso de Julio, que nada más levantarse por las mañanas, «medio dormido aún», se agacha en el wc «para no dejar gotitas sueltas por el suelo». Fuera de la casa, en bares, restaurantes o en el mismo lugar de trabajo [un periódico] lo hace de pie.

¿Triunfaría la medida de orinar sentados en España, aunque los inodoros públicos estuvieran relucientes? ¿Quién vigilaría el cumplimiento de la norma? ¿Unas cámaras de vídeo? ¿Un guardia privado? ¿Y qué pasaría con la intimidad?

Para el sociólogo Enrique Castro, «sería una locura». «Nadie, por muy higiénica y beneficiosa que sea una medida para la colectividad, puede romper las fronteras de la intimidad», estos días en cartel por el robo y difusión del vídeo erótico-particular de una concejal. «Lo de salpicar fuera del inodoro se solucionaría simplemente con más educación». Como hacen en Finlandia, donde a los niños varones se les enseña desde pequeños que hay que orinar sentado. Como mamá. 

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