Las piernas de Isabel Preysler

Chiqui Benegas salió de noche a empapelar las calles con el nuevo lema de «En una nueva sociedad» y se encontró con lo que había. A saber: se encontró, en Semana, a Isabel Preysler, que exponía, a la adoración nocturna, sus envidiables piernas. No se las pierdan, aunque sean de Miguel Boyer, que siempre va detrás: «Isabel, a sus casi 40 años muestra una figura envidiable», murmura por lo bajo Semana. 

Las piernas, qué piernas, en Semana; la trenza, en Diez Minutos, una trenza desenfadada, dice en un pispás la revista, que se ha remozado, «una trenza que llamó la atención, pues si bien Isabel es, generalmente, muy sencilla en los peinados, en esta ocasión lo fue bastante más». Ah, la trenza de la Preysler, alternando el silencio nocturno, y mientras, como un Robinson que ha reñido con Viernes, Benegas pegando carteles «En una nueva sociedad». 

Pero la atención corría en pos de Marta Chávarri, ,que se perdía, en el frío de la noche, con las pupilas dilatadas de tanto alucinar con Goya y Velázquez, que Marta, coinciden Semana y Diez Minutos, sigue un curso de arte en el Museo del Prado (y cuando aprenda irá a las inauguraciones, como Tita Cervera, que cada vez entiende más y encontraba, la última semana, no ésta, guapísimo al barón). Mientras, espera, en Diez Minutos y en Hola, el divorcio que viene (Fernando le pasa 100.000; ella, 20.000 para que coma Alvarito). 

Los de Diez Minutos le sacan, a Marta, su deseo de darle un hermanitoo, pero esto, por lo menos, no antes del 91, que primero casarse, luego Dios dirá. Que Dios está ahí, cargado de paciencia, oyendo cómo en el desierto marroquí le invoca el gran Julito, al que le tiene querencia por el apellido. 

El bueno de Julio Iglesias se ha llevado a Tico Medina, el repórter de Hola, hasta donde los hombres azules, para confesarse a sus 47 años, que está hecho, Julio, un chaval: y encima, más fan de sí mismo que nadie: quiere tener un hijo suyo, y por si hiciera falta echa mano de Dios: «Dios sé que está ahí, en todas partes, y a él acudo». Dios, sí, está ahí, en todas partes, y Chabeli, en Washington, que ha abierto casa, «totalmente independizada de su familia» (Isabel, ya se sabe, dejándose hacer la trenza), a los de Lecturas. 

Queda retratado su sueño: cinco habitaciones, cinco cuartos de baño -la higiene de la familia es proverbial, dos salones y un gran jardín. Sara, por su parte, en Hola corre las cortinas de su nueva casa de Palma, que más que una vivienda, parece un paseo marítimo: mil metros cuadrados tiene el chamizo, y qué lujo y buen gusto; pasen y vean, que Hola no hay más que una, y la ocasión la pintan calva. 

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